Las etiquetas y diagnósticos en los menores, ¿sirven de algo?

“Nos han dicho que nuestro hijo padece ansiedad. ¿Qué significa eso? ¿Está enfermo?”

Cuando un médico, un psiquiatra o un psicólogo hace un diagnóstico (depresión, ansiedad, TDAH…), lo que realmente está haciendo es ponerle nombre al conjunto de síntomas que esa persona experimenta. Es decir, le pone una etiqueta que describe el problema, pero en ningún caso lo explica.

En salud mental, se utilizan principalmente dos manuales diagnósticos que clasifican los llamados “trastornos mentales”, estos manuales son el DSM y el CIE, existiendo varias versiones actualizadas en ambos casos. Cada vez que las versiones se actualizan, las categorías cambian.

Sin embargo, aunque estos manuales se han creado en el ámbito médico, los trastornos mentales no pueden considerarse enfermedades, ya que hasta el momento no se han encontrado bases biológicas claras que puedan explicar estos “trastornos”.

Si nos centramos en niños y adolescentes, podemos decir que los trastornos mentales se describen como maneras de entender el mundo, de aprender, de comportarse o de manejar sus propias emociones que, a medio y largo plazo, les generan angustia y problemas en sus actividades diarias.

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¿Cómo comunicar la muerte a nuestros hijos?

Es habitual que los adultos nos encontremos en una situación complicada al tener que comunicar la muerte de un ser querido a nuestros hijos. Tendemos a no hablar de la muerte con los niños para protegerles de ese daño cuando ocultándoles esta información les hacemos aún más daño y les obligamos a buscar en sí mismos las respuestas a una situación que ellos también están viviendo. En realidad es mejor acompañarlos en ella apoyando y guiando su dolor y sus miedos. Ellos vivirán la situación igualmente, pero si ocultamos esta noticia, tendrán que enfrentarse sin información, sin apoyo, sin nadie que escuche sus dudas y preocupaciones, influyendo de manera que su sensación de soledad, sus miedos e inseguridades aumenten. Hablar de las emociones, del dolor, de la pérdida como parte de la vida es primordial para convertirse en adultos emocionalmente sanos. En cambio, si ocultamos con la finalidad de que el dolor no se manifieste, impediremos una gestión emocional saludable.

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¿Cómo conseguir que tu hijo de 2 a 8 años haga caso?

¿Cuántas veces habéis pedido a vuestro hijo que haga algo y este ha ignorado vuestra petición?

Como padres en ocasiones sentimos que nuestros hijos desobedecen a nuestras normas por molestarnos o por rebeldía cuando muchas veces la raíz del problema está en la forma de establecer dichas normas con los más pequeños.

En nuestro mundo de adultos esperamos que cuando pedimos algo la persona que tenemos en frente sea capaz de escuchar y atender a nuestra demanda. Sin embargo, los niños necesitan que estas normas sean expresadas con pequeñas claves que les ayuden a comprender la importancia de nuestras palabras. A continuación se detallan algunos ejemplos con los que quizá os podréis sentir identificados y como resolver estos conflictos:

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¿Sabes lo que son los mandatos familiares?

¿Alguna vez te has preguntado por qué piensas como piensas?

Muchas veces la respuesta no es fácil de contestar, pues hay diversos factores que influyen. Algunos de ellos son: nuestra personalidad, entorno familiar, experiencias que nos hayan marcado a lo largo de la vida. Sin embargo, quizá esta historia os aclare las ideas sobre cómo desde muy jovencitos aprendemos a percibir el mundo y relacionarnos con él sin darnos cuenta.

Os voy a contar la historia de la familia Gutiérrez. Era Noche Buena y como todos los años estaban todos reunidos en casa de la abuela.

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¿Cómo se manifiesta la depresión infantil?

Tendemos a pensar que la infancia es una de las etapas “más felices” de la vida, y que los niños son ajenos al malestar, a los cambios y a los estados emocionales desagradables o negativos. Tendemos a creer que sus preocupaciones no son importantes ni relevantes como para crear en ellos un estado de malestar significativo. Sin embargo, la depresión y la ansiedad son trastornos bastantes comunes en la infancia y la adolescencia.

Allí donde los adultos no ponen palabras, las pondrán los niños y, a veces, las palabras y las explicaciones que ellos se dan, para que las cosas que ocurren a su alrededor y dentro de ellos mismos tengan sentido y coherencia, no son las más funcionales y adaptativas, generando en el niño un enorme malestar que se va haciendo más grave a medida que pasa el tiempo y no es tratado adecuadamente.

¿Qué signos nos indican que un niño puede estar sufriendo un estado de depresión?

Desde un punto de vista teórico y aplicado, definir la depresión infantil no es sencillo, puesto que la cognición de niños y adolescentes está en pleno desarrollo, pero no por ello debe de ser obviada, por lo que, en la actualidad, la comunidad científica admite la depresión infantil como un trastorno afectivo similar a la del adulto, pero con ciertas diferencias.

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¿Cómo trabajar la frustración en la infancia?

La frustración hace referencia a un sentimiento que surge cuando no logramos conseguir nuestros deseos; y generalmente los niños suelen responder ante él con expresiones de ira o ansiedad, aunque también pueden presentarse respuestas físicas.

 

Los niños cuando son pequeños quieren todo y lo quieren ya, no saben esperar. Por ello, cuando no les damos lo que quieren se enfadan, lloran, tienen rabietas; en definitiva, se frustran.

 

Para lograr un buen manejo y tolerancia hacia la frustración, es importante enseñarles desde pequeños, ya que gran medida depende de lo que hagan los padres. Para ello, hay que tener en cuenta y ser consciente de que si siempre que quiere algo lo consigue y de forma inmediata o le evitamos el sufrimiento a nuestro pequeño, no le estaremos enseñando a manejar sus emociones ni sus conductas.

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¿Es normal que mi hijo tenga un amigo imaginario?

En este artículo queremos resolver las dudas que puedas tener acerca de los amigos imaginarios, cuándo y por qué aparecen, hasta cuándo y cómo actuar.

Hacia los tres años empieza a florecer la imaginación de los niños, es muy importante ya que da muestra de la existencia de pensamiento complejo. Entre los 2 y los 7 años es habitual que aparezcan personajes imaginarios que pueden ser: personas, seres mitológicos, animales, superhéroes,… con quien los menores hablan y juegan como si fuesen reales. Algunas veces puede tratarse de un objeto como un peluche o una muñeca, aunque lo más común es que no forme parte de la realidad. Estos personajes dan pie al menor a imaginar todo aquello que quiera, ya sea bueno o malo, puede proyectar sus miedos y conflictos, así como atribuir sus emociones a este compañero para liberarlas. Surgen de manera espontánea y no tienen una causa concreta.

Varios estudios muestran que es habitual la presencia de amigos imaginarios. Los datos indican que entre un 30 y hasta un 65% de niños entre dos y ocho años tiene uno.

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¡Socorro! Mi hijo es preadolescente

A partir de los 8 años (y hasta los 12, en función de la persona) algunos de nuestros hijos ya podrían entrar en la temida “preadolescencia”. Esta etapa está repleta de todo tipo de cambios: el pudor se incrementa incluso en casa, los cambios en el cuerpo (vello, menstruación, crecimiento de senos, cambios en la voz, etc.) empiezan a producirse, comienzan los primeros “amores” adolescentes, la imagen corporal es por primera vez una gran preocupación, los temas trascendentales empiezan a ser un centro de preocupación, etc. Esto ocurre porque el niño que era antes comienza una etapa de transición hacia la vida adulta y crece en las tres esferas del ser humano: la biológica, la psicológica y la espiritual.

En esta etapa de cambio ser padre no es fácil. Tras más o menos diez años cuidando y manteniendo a tu “bebé”, ahora parece que no puedes saber qué le ocurre, no permite que entres en el baño cuando está él, no quiere que le ayudes a vestirse, se niega a que le lleves y recojas de sus planes o sientes que hace lo contrario a lo que le pides para molestarte.

No te preocupes, tu hijo no ha dejado de quererte, solamente está dejando de ser un niño y se está convirtiendo en un adolescente. Y, aunque esto es un proceso natural, puede estar lleno de peligros debido a lo que esto supone.

Es conveniente entender cómo es el cerebro de nuestros hijos para comprender lo que supone esta etapa evolutiva.

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¿Cómo ayudar a mi hijo si es una Persona Altamente Sensible (PAS)?

La Alta Sensibilidad

Reconocer la Alta Sensibilidad, entenderla y ser consciente de que es un rasgo de la personalidad positivo proporciona el recurso fundamental para cambiar y mejorar las distintas áreas de la vida de las PAS.

Bebés PAS

En los recién nacidos PAS se darán señales de irritación ante los primeros indicios de hambre. En este caso nosotros, los padres, podemos ayudarles probando si al bebé le va mejor comer menos y más a menudo.

Si tu bebé es PAS, tendrá una sensibilidad especial ante la temperatura. Es aconsejable utilizar ropa interior de algodón o seda y el resto de la vestimenta de lana, ya que los tejidos naturales respiran y ayudan a regular su temperatura corporal. Es importante protegerles la cabeza del sol en verano con una gorra y en invierno del frío con un gorro tanto en la calle como en casa, sobre todo a la hora de dormir.

La piel de un bebé PAS es extremadamente sensible. Se debe procurar minimizar el roce con tejidos bastos (etiquetas, botones, arrugas en la ropa o en las sábanas, etc), priorizando la utilización de ropa de cama de algodón y mantas de lana. Además, en el cuidado de la piel es recomendable utilizar productos naturales (cera de abejas, caléndula, lavanda, etc).

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¿Qué es la presión de grupo y cómo afrontarla?

La presión de grupo es la influencia que ejerce sobre nosotros la mayoría, capaz de modificar nuestros pensamientos, sentimientos y conducta (en adolescentes, la más llamativa se da en el círculo de amistades). Cuando estamos con nuestro grupo de amigos, nos fijamos en las actitudes que adoptan ante las distintas situaciones para confirmar si una conducta es legítima o ilegítima. Por ejemplo, si alguien en clase viste distinto y oímos cómo nuestros compañeros le critican, ya nos estamos haciendo a la idea de que ese tipo de ropa es percibida como incorrecta por nuestro grupo, y será más probable que al día siguiente no la escojamos para ir a clase.

¿Cómo surge?

Esta conducta no es exclusiva en adolescentes, sino que nos acompaña a lo largo de toda la vida, pues viene de la necesidad que tenemos los seres humanos de adaptarnos a la norma para favorecer la cohesión social y evitar la censura, el ridículo y la desaprobación por parte de nuestros iguales. Sin embargo, adaptarse a las actitudes y conductas del grupo de referencia puede ser peligroso, pues tendemos a comportarnos según se nos pide (directa o indirectamente) sin pensar primero en la naturaleza de ese acto ni en sus consecuencias para otros individuos. Así mismo, tendemos a trasladar la responsabilidad personal al grupo, ya que actuamos como parte de él.

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