Las emociones en los niños con autismo.

Los niños con Trastornos del Espectro Autista (TEA) presentan muchas fortalezas, entre ellas una pasión por los detalles o minuciosidad ante la tarea. Sin embargo, suelen tener dificultades para reconocer y controlar sus emociones y las de los demás. Es importante recordar que el autismo es un espectro, lo que significa que la experiencia de cada niño puede variar significativamente.

Las emociones tienen la función de ayudarnos a enfrentar las diferentes situaciones que pueden ocurrir en nuestro día a día. Se conocen seis emociones básicas: el asco, el miedo, la sorpresa, la alegría, el enfado y la tristeza, las cuales construyen el resto de las emociones complejas como pueden ser la vergüenza, la culpa o la confianza.

Las personas empezamos a descubrir estas emociones en nuestra etapa infantil y no solo eso, sino que también comenzamos a entenderlas, a expresarlas y a regularlas en función de las diferentes situaciones que nos van ocurriendo.

Esta tarea resulta difícil para los niños y niñas que están dentro del espectro autista ya que, aunque experimenten las mismas emociones que las personas que no presentan esta diversidad, las viven con mayor intensidad por el hecho no conseguir regularlas y expresarlas adecuadamente. De hecho, uno de los mitos más populares acerca del autismo, es que los niños y niñas no presentan emociones ni sentimientos, cosa que resulta equívoca, ya que estos niños son seres humanos como cualquier otro y tienen la capacidad de sentir todo tipo de emociones, aunque procesadas de una forma distinta.

A continuación, presentamos algunas de las características comunes de cómo los niños y niñas con autismo interpretan las emociones.

Dificultades en la empatía

Algunos niños autistas pueden tener dificultades para reconocer las emociones de los demás y ponerse en su lugar. Pueden no ser capaces de comprender las señales emocionales, como las expresiones faciales, el lenguaje corporal y el tono de voz, lo que puede llevar a malentendidos o conflictos en las interacciones sociales.

Intereses restrictivos

Muchos niños autistas pueden tener intereses muy específicos, lo que puede hacer que tengan dificultades para entender o mostrar interés en las emociones que no estén relacionadas con sus áreas de interés.

Comunicación no verbal

Los niños autistas pueden tener dificultades para comunicar sus propias emociones a través del lenguaje corporal y las expresiones faciales. También pueden tener dificultades para entender y responder a las señales no verbales de los demás.

Una posible explicación, es que estos niños se fijan menos en la mirada de la persona que tienen delante, por lo que la información que reciben del rostro no describe exactamente cómo se siente.

Hipersensibilidad o hiposensibilidad emocional

Algunos niños autistas pueden ser hiperreactivos o hiporreactivos a las emociones, lo que significa que pueden reaccionar de manera exagerada o insuficiente a las emociones. Por ejemplo, algunos pueden ser muy sensibles al estrés o la ansiedad, mientras que otros pueden parecer insensibles a situaciones emocionalmente intensas.

Comunicación directa

Los niños autistas a menudo prefieren la comunicación directa y literal en lugar de las sutilezas en la comunicación social. Esto puede llevar a malentendidos, ya que pueden tomar las palabras de manera muy literal y no captar las connotaciones.

Dificultades para expresar emociones

Algunos niños autistas pueden tener dificultades para expresar sus propias emociones de manera adecuada. Pueden tener dificultades para identificar y expresar lo que sienten, lo que puede resultar en frustración y conductas desafiantes.

Es importante destacar que, aunque los niños autistas pueden enfrentar desafíos en la interpretación de las emociones, muchos de ellos pueden aprender y mejorar sus habilidades emocionales si se les enseña adecuadamente. Es fundamental que los padres, cuidadores y educadores sean comprensivos, pacientes y adapten sus enfoques de comunicación y apoyo para satisfacer las necesidades específicas de cada niño del espectro.

Por Laura Rodríguez Garrido

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