El valor psicológico del juego

Cuando pienso en las tardes de juego acompañada de mi familia, amigos/as o pareja, me vienen a la mente las siguientes palabras: tranquilidad, diversión, confianza, lugar seguro y sentirme querida. ¿Y a vosotros/as? ¿Qué palabras asociáis a estos ratos de juego?

Como dice Elena Piñeiro (terapeuta experta en infantojuvenil):

El juego es el lenguaje natural de la infancia.

Proporciona un “lugar seguro” para el/la niño/a. Jugar con un niño es acompañarlo, escuchar sus necesidades y observar cómo manifiesta sus sentimientos y sus pensamientos.

El cerebro del niño está preparado en sus primeros momentos para comprender y explorar el mundo a través del lenguaje del juego,

dice el neuropsicólogo Álvaro Bilbao. Jugando, los niños/as se convierten en creadores y nos ayudan a conectar con su mundo interno.

Entonces, ¿cuáles son exactamente los poderes terapéuticos del juego?

Jugar nos trae muchas ventajas emocionales. En primer lugar, nos puede servir para descargar emociones, como la ira o la tristeza. Algunos juegos valiosos para la expresión emocional serían la plastilina, explotar globos o las guerras de cojines.
El juego nos ayuda a saber ganar. Nos obliga a gestionar la frustración si perdemos. Podemos enfrentarnos al estrés a través de los juegos que tienen tiempo, como el Pictionary.
Si al contrario no estamos preparados para transitar emociones, jugar nos sirve para tomar distancia de ellas. Un juego que nos provoque risa nos hará desconectar durante un tiempo de lo que nos hace sufrir.

Siguiendo con otra área, jugar nos ayuda a nivel social y favorece la vinculación. De hecho los orígenes del juego están en la relación madre-bebé motivada por el amor de la madre hacia éste (Winnicott, 1971). El juego favorece un mejor vínculo sea parental o con el terapeuta. Nos proporciona un clima de confianza en el que puedo expresarme, comunicar qué necesito, compartir tiempo de calidad con personas que me importan. Existen juegos de conexión, para mejorar la relación con mamá o papá (cosquillas, masajes, pintar las uñas…) en los que se incluye contacto físico. Jugar aumenta la autoestima del niño. El niño siente algo como “Soy valioso o valiosa porque juegan conmigo, encuentran un espacio para mí.”
Los beneficios sociales que nos aporta son los siguientes: desarrollamos empatía (activamos las neuronas espejo), entendemos varios puntos de vista, se practica la asertividad y trabajamos en equipo. Formas de juego apropiadas para fomentar todo esto: las casitas, dramatizaciones o el juego de rol.

Jugando desarrollamos habilidades personales y cognitivas. Nos ayuda a tener más paciencia. Hay juegos de mesa como el Monopoly o al Risk, con los que se necesita y se desarrolla. Aprendemos a respetar el turno del otro, así como las reglas del juego. Jugar aumenta la resiliencia y ayuda a que los niños/as sean capaces de resolver problemas. Los juegos de mesa son realmente destacables a nivel cognitivo. Para mejorar la concentración estaría el ajedrez (entre muchos más). Para favorecer atención, funciones ejecutivas y coordinación mano ojo destacaríamos el Jungle Speed, el Doodle o el Fantasma Blitz.
Los juegos de ordenador pueden ser muy enriquecedores. Por ejemplo, el Minecraft: este juego puede servir para potenciar la creatividad de los niños/as y la visión espacial. El LOL (League of Legends) puede servir para solución de problemas, el liderazgo, trabajo en equipo y funciones cognitivas.

El juego también es una herramienta muy poderosa en terapia. En sesión podemos trabajar el trauma a través del juego, entre otros aspectos. Por ejemplo, podemos ver cómo hay niños que si han tenido alguna operación a lo largo de su vida, que han vivido como impactante, pueden reiteradamente jugar a ser médicos. Los niños/as actúan directamente el evento traumático a través del juego y en él pueden adoptar un rol activo (frente al rol pasivo que les ha tocado vivir en la realidad). Esto es valiosísimo para los terapeutas porque nos permite añadir elementos que el niño/ la niña hubiera necesitado, cambiar el final de la historia traumática o gestionar lo necesario para que se procese de nuevo.

Además de pasar un buen rato, ya hemos visto que jugar nos proporciona muchos beneficios. Que no se nos olvide dejar un espacio para ello en nuestras vidas.

Isabel María García Cabrera.

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