La resiliencia infantil: una consecuencia de los buenos tratos a los niños y niñas y a los adolescentes

Diferentes investigaciones señalan que algunos niños, niñas y adolescentes resisten mejor las adversidades, la enfermedad e incluso contextos dañinos o malos tratos. Este fenómeno se conoce como resiliencia, esto es, “la capacidad de una persona o grupo para desarrollarse bien, para seguir proyectándose en el futuro, a pesar de los acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves” (Manciaux, M., Vanistendael, S, Lecomte, J. y Cyrulnik, B., 2003).

 

La resiliencia infantil tiene que ver sobre todo con los vínculos afectivos que los adultos son capaces de ofrecerles a través del proceso del apego. La resiliencia no es algo innato y que solo unos pocos tienen la fortuna de nacer con ella, sino que emerge de la relación del niño o niña con su entorno, el entorno humano, lo que convierte a este fenómeno en un proceso y no en una respuesta inmediata a la adversidad.

 

Las fuentes de la resiliencia infantil, según el modelo ecosistémico, proceden de:

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¿Tener hijos perfectos o hijos sensibles?

¿Es más importante que nuestros hijos logren la excelencia en todo lo que hacen, o que desarrollen la capacidad de gestionar sus emociones?

La sociedad nos enseña a temer al fracaso, a evitar la vulnerabilidad y a buscar la perfección. Sin embargo, el verdadero crecimiento se encuentra en enfrentar nuestros miedos y exponernos a la posibilidad de tropezar y fallar. Enseñar a los niños a abrazar la vulnerabilidad es fundamental para su desarrollo emocional.

La valentía no se trata de evitar el dolor, sino de tener el coraje de sentirlo y aprender de él.

No se trata de controlar o ignorar la vivencia emocional sino de encontrar las herramientas más adaptativas para entender lo que nos sucede y aprender de ello para el futuro.

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Compartir sí, pero no por obligación.

En la crianza de los hijos, uno de los valores que con frecuencia intentamos inculcar es el de compartir. Sin embargo, a menudo enfrentamos un dilema:

¿ cómo enseñar a nuestros hijos a compartir sin obligarlos, respetando su autonomía y sus sentimientos
personales?

Forzar a los niños a compartir puede parecer una solución rápida a conflictos cotidianos, pero puede tener implicaciones a largo plazo que afecten negativamente su desarrollo emocional y social.

Este artículo explora cómo podemos fomentar la generosidad y el respeto mutuo en los niños, alentándolos a compartir por elección propia y no por imposición, cultivando así un sentido de generosidad genuina y respeto por la propiedad y los límites personales.
Si bien enseñar a compartir es importante, también lo es entender por qué no debemos obligar a los niños a hacerlo. A continuación, exploramos algunas razones por las que forzar el acto de compartir puede no ser siempre beneficioso para el desarrollo del niño:

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Deporte, emociones positivas y salud.

La actividad física y el deporte son componentes fundamentales en el desarrollo y el bienestar tanto de niños como de adultos. A lo largo de los últimos años, la sociedad ha cambiado mucho sus hábitos de vida, llevando un estilo de vida más sedentario, especialmente en el caso de los niños debido al avance de la tecnología y las demandas académicas cada vez más exigentes. Esta situación ha llevado a una disminución en la práctica de actividad física y deporte, con consecuencias negativas para la salud física, mental y emocional de las personas.

El ejercicio físico y el deporte no solo son beneficiosos para la salud física, sino que también desempeñan un papel muy importante en el desarrollo cognitivo y emocional. A través de la liberación de sustancias beneficiosas en el cerebro que son liberadas por la práctica del deporte, conseguimos reducir el estrés y la ansiedad, lo que nos proporciona una sensación de bienestar y satisfacción. Además, permite a los niños identificar y manejar sus emociones, experimentando el placer de la competencia y la superación de retos.

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La importancia de una alimentación equilibrada

La alimentación saludable se puede definir como la acción de tomar alimentos que aporten la cantidad de nutrientes necesarios para estar sanos, sentirse bien y tener energía. Se logra a través de una dieta equilibrada, que permita un aporte de vitaminas y minerales necesarios para un adecuado desarrollo y crecimiento. Todos los alimentos están compuestos por miles de nutrientes, que son las sustancias naturales que van a pasar a formar parte del organismo.

Durante los primeros años de vida, el crecimiento de los niños es muy rápido, aumenta tanto su talla como el crecimiento cerebral. El cerebro en los primeros años va a alcanzar su capacidad máxima ya que se produce el mayor aumento de conectividad neuronal y de plasticidad cerebral.

Una alimentación equilibrada conlleva enormes beneficios tanto para este desarrollo físico como intelectual, además de mejorar el estado de salud, y prevenir factores de riesgo relacionados con algunas enfermedades.

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Conectados pero Atrapados: Las Adicciones Tecnológicas en la Infancia

Actualmente es factible aceptar como habituales expresiones como «nacieron con un móvil en las manos» en niños y adolescentes. Esto es debido a que forman parte de lo que se conoce como la generación digital. Esta nueva generación se caracteriza por su amplia familiaridad y acceso a las nuevas tecnologías, disponiendo a un solo clic de una inmensa oferta de experiencias, conocimientos y formas de interactuar.

 

En ocasiones, la manera que tienen de relacionarse con las nuevas tecnologías crea conflicto. Muchas familias expresan su preocupación por la aparente sobreutilización de ellas por parte de sus hijos, y la confusión que les genera no saber lo que se considera un uso normal. Además, los adolescentes normalizan su uso como una herramienta de ocio y de relacionarse con sus iguales. Esta diferencia en la percepción entre padres e hijos crea conflictos y desafíos en las familias, quienes se enfrentan a situaciones que no saben muy bien cómo gestionar. Ante este nuevo escenario, es normal que los padres busquen ayuda de un profesional.

 

En el presente artículo, nos proponemos abordar el fenómeno de las adicciones comportamentales, analizaremos las características principales, los cambios en la conducta que suelen manifestarse y presentaremos estrategias de prevención.

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¿Conoces qué es un protocolo de acoso escolar?

El acoso escolar es una problemática que afecta a alumnos de todas las edades e impacta significativamente en su bienestar emocional, físico y social. Puede darse tanto dentro de las instalaciones escolares, como en actividades extracurriculares o en el entorno digital (ciberacoso). 

Por ello, es muy importante diferenciar el acoso de las agresiones esporádicas o de otras manifestaciones violentas. Para poder considerar un comportamiento como acoso escolar deben cumplirse tres criterios de manera simultánea: 

  1. Intención de hacer daño.
  2. La repetición de las conductas agresivas. 
  3. La duración en el tiempo, con el establecimiento de un esquema de abuso de poder desequilibrado entre víctima y agresores.

 

¿Qué hacemos cuando tenemos conocimiento de una posible situación de acoso escolar?

Ante la sospecha de acoso, es vital actuar de manera informada y decidida. El primer paso será comunicar la situación a un profesor/a, al tutor o a un miembro del equipo directivo. En este punto, es importante acompañar y apoyar al niño, abordando el miedo a las posibles represalias y dándole seguridad. 

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¿Qué es la negligencia infantil?

La negligencia es un tipo de maltrato infantil caracterizado por cualquier acto de omisión de las necesidades básicas del menor ejercido por los progenitores o cuidadores principales, que pone en riesgo la salud física y psicológica del niño. Este tipo de maltrato es el más frecuente en la población infantil.

Tipos de negligencia infantil

Actualmente encontramos cinco tipos de negligencia infantil:

  1. La negligencia física. Consiste en la no satisfacción de las necesidades básicas, como pueden ser la vivienda, alimentación y vestimenta adecuadas. Por ejemplo, si se observan condiciones deficientes de higiene que puedan afectar a su salud o si el menor presenta golpes o heridas inexplicables por falta de supervisión adecuada.
  2. La negligencia médica. Se da cuando no se atienden las necesidades médicas del menor. Un ejemplo puede ser cuando los padres no participan en el seguimiento de las citas médicas o no administran el tratamiento médico prescrito.
  3. La negligencia emocional. Consiste en la desatención o el fracaso de los padres o cuidadores para responder a las necesidades emocionales del menor. Un ejemplo de ello puede ser el desprecio intencional hacia los sentimientos de un niño.
  4. La negligencia educacional. Supone la negación al menor del derecho de su propia educación, además de negar necesidades escolares especiales si se precisa.
  5. La negligencia de supervisión. En estos casos, los niños pasan mucho tiempo solos, frecuentando caídas, golpes difíciles de explicar o exponerse a situaciones peligrosas debido a una supervisión inadecuada de los cuidadores.

Factores de riesgo

La mayoría de los casos de maltrato infantil ocurren dentro de la familia. Los factores de riesgo más comunes son:

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La motivación en el aula

La motivación en clase es un factor que influye en muchos aspectos de la vida nuestros hijos. Más allá de simplemente afectar al desempeño académico, la motivación en clase tiene un impacto profundo en la capacidad atencional, las relaciones interpersonales, el desarrollo psicológico y la autoestima de nuestros hijos.

Los estudiantes motivados muestran un mayor compromiso, participación y un deseo de superación. Esto se traduce en un mejor desempeño académico. La motivación está estrechamente relacionada con la capacidad de prestar atención. Los estudiantes motivados tienden a estar más concentrados en clase. Los estudiantes motivados a menudo muestran un mayor interés en la colaboración y la participación en actividades grupales, lo que puede fortalecer las relaciones interpersonales.

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Los terrores nocturnos en los niños: qué son y cómo podemos ayudarles.

¿Qué son y qué caracteriza los terrores nocturnos?

Los terrores nocturnos son trastornos del sueño que afectan principalmente a niños, aunque también pueden ocurrir en adultos. Estos episodios se caracterizan por despertares bruscos y aterradores durante la noche, acompañados de una gran agitación y angustia.

Los terrores nocturnos suelen aparecer durante la primera mitad de la noche, en general alrededor de las dos o tres primeras horas de descanso.

Como se ha mencionado anteriormente, es frecuente que los terrores ocurran acompañados de una gran angustia caracterizada por gritos y/o llanto incontrolado. Esta angustia no responde a los intentos de consuelo de otras personas.

A menudo, se suelen confundir las pesadillas con los terrores nocturnos. Una de las características que marca la diferencia es la falta de conciencia presente en los terrores nocturnos. Las personas que los sufren no recuerdan nada del episodio al despertar; llegando a conciliar el sueño de nuevo de forma rápida (no siempre).

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