¿Tener hijos perfectos o hijos sensibles?

¿Es más importante que nuestros hijos logren la excelencia en todo lo que hacen, o que desarrollen la capacidad de gestionar sus emociones?

La sociedad nos enseña a temer al fracaso, a evitar la vulnerabilidad y a buscar la perfección. Sin embargo, el verdadero crecimiento se encuentra en enfrentar nuestros miedos y exponernos a la posibilidad de tropezar y fallar. Enseñar a los niños a abrazar la vulnerabilidad es fundamental para su desarrollo emocional.

La valentía no se trata de evitar el dolor, sino de tener el coraje de sentirlo y aprender de él.

No se trata de controlar o ignorar la vivencia emocional sino de encontrar las herramientas más adaptativas para entender lo que nos sucede y aprender de ello para el futuro.

Vivimos en una sociedad que valora enormemente el éxito, la competencia y la perfección. Este mensaje se transmite de manera explícita e implícita a los niños desde una edad temprana. Los padres, deseando lo mejor para sus hijos, a menudo se sienten presionados para asegurarse de que sus hijos sobresalgan en la escuela, en el deporte y en otras actividades extracurriculares. Sin embargo, esta presión puede tener consecuencias negativas si no se valida las emociones de los niños.

 La Fortaleza Reside en la Vulnerabilidad

Contrario a lo que se cree, la vulnerabilidad no es sinónimo de debilidad, sino de valentía. Es a través de la exposición emocional y el riesgo que podemos encontrar nuestro verdadero poder. Enseñar a los niños a ser vulnerables les permite conectar más profundamente consigo mismos y con los demás, cultivando relaciones más auténticas y significativas.

Vivimos en una sociedad que nos insta a esconder nuestra vulnerabilidad, a ser fuertes e inmunes. Sin embargo, al considerarla tendemos a adoptar una actitud más positiva hacia nuestras limitaciones y carencias. Esto nos permite aceptar con mayor facilidad que no somos perfectos, que no sabemos todo y que necesitamos ayuda en ocasiones. Al entender la vulnerabilidad como una parte natural de ser humano, nos sentimos más cómodos hablando sobre nuestras emociones, miedos, preocupaciones y necesidades con los demás.

Ver la vulnerabilidad como una fortaleza también nos hace más receptivos al aprendizaje. Nos resulta más sencillo reconocer nuestras dificultades y estar abiertos a recibir ayuda y consejo de los demás. Al admitir que no sabemos algo, es más probable que los demás respondan con comprensión y estén dispuestos a compartir sus propias experiencias y conocimientos. Además, adoptamos una actitud de humildad frente a los errores, viéndolos como oportunidades de crecimiento en lugar de fracasos.

Cultivando la Autenticidad

Para cultivar la vulnerabilidad en los niños, es fundamental fomentar la autenticidad. Esto implica enseñarles a ser fieles a sí mismos y a sus emociones, en lugar de preocuparse por lo que piensan los demás. No escondo cómo me siento, sino que lo comparto con los demás. La tristeza, el enfado, la vergüenza son emociones incomodas de sentir, pero son tan necesarias en la vida como la alegría, la gratitud y el amor.

Al aceptarse a sí mismos tal como son, los niños pueden desarrollar una mayor confianza en sí mismos y en sus relaciones con los demás.

Los estudios realizados en este ámbito han revelado que los niños que no reconocen su propia vulnerabilidad son los más propensos a ponerse en situaciones de riesgo. Por ejemplo, un niño que no cree ser vulnerable al acoso escolar puede ignorar las señales de advertencia y no buscar ayuda cuando sea necesario ya sea como agresor o como espectador. Muchos jóvenes se ven arrastrados al acoso escolar por la presión de pertenecer al grupo o por el temor a enfrentarse al acosador. Sin embargo, un niño auténtico y seguro de sí mismo no dudará en defender sus valores y apoyar a la víctima en lugar de permanecer en silencio.

Estrategias para fomentar la inteligencia emocional y la vulnerabilidad en los niños

  • Modelar la inteligencia emocional y la vulnerabilidad: Los niños aprenden observando a los adultos. Muestra cómo manejas tus emociones y tratas a los demás con empatía y respeto.
  • Enseñar habilidades de resolución de problemas: En lugar de resolver los problemas por ellos, enséñales a pensar en soluciones y considerar las consecuencias, desarrollando su independencia emocional.
  • Crear un ambiente seguro para la expresión emocional: Asegúrate de que los niños sepan que está bien sentir y expresar una amplia gama de emociones, proporcionando un entorno de apoyo sin juicios.

Los padres y cuidadores juegan un papel crucial en este proceso. Es fundamental que brinden un entorno seguro y de apoyo en el que los niños se sientan cómodos expresando sus emociones y preocupaciones. Al enseñarles a reconocer y aceptar su vulnerabilidad de manera saludable, los adultos pueden ayudar a los niños a desarrollar una mayor resiliencia emocional y ayudarles a fomentar las habilidades socioemocionales necesarias para enfrentar los desafíos de la vida con confianza.

En última instancia, la meta de la crianza no debería ser tener hijos perfectos, sino criar hijos que sean emocionalmente inteligentes y resilientes, capaces de reconocer y aceptar su vulnerabilidad. Al priorizar el desarrollo emocional y la aceptación de la vulnerabilidad sobre la perfección, ayudamos a nuestros hijos a convertirse en adultos equilibrados y felices, capaces de enfrentar los desafíos de la vida con confianza y compasión. Como padres y educadores, tenemos la responsabilidad de proporcionarles las herramientas emocionales que necesitarán para navegar por el mundo con éxito. Criar hijos sensibles y capaces de gestionar sus emociones no solo beneficia a los niños, sino también a la sociedad en su conjunto, al fomentar una comunidad más comprensiva y conectada.

Por Lucía Fariña.

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