La resiliencia infantil: una consecuencia de los buenos tratos a los niños y niñas y a los adolescentes

Diferentes investigaciones señalan que algunos niños, niñas y adolescentes resisten mejor las adversidades, la enfermedad e incluso contextos dañinos o malos tratos. Este fenómeno se conoce como resiliencia, esto es, “la capacidad de una persona o grupo para desarrollarse bien, para seguir proyectándose en el futuro, a pesar de los acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves” (Manciaux, M., Vanistendael, S, Lecomte, J. y Cyrulnik, B., 2003).

 

La resiliencia infantil tiene que ver sobre todo con los vínculos afectivos que los adultos son capaces de ofrecerles a través del proceso del apego. La resiliencia no es algo innato y que solo unos pocos tienen la fortuna de nacer con ella, sino que emerge de la relación del niño o niña con su entorno, el entorno humano, lo que convierte a este fenómeno en un proceso y no en una respuesta inmediata a la adversidad.

 

Las fuentes de la resiliencia infantil, según el modelo ecosistémico, proceden de:

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¿Cómo fortalecer el vínculo con nuestros hijos e hijas?

El interés por el apego comienza a principios del siglo pasado cuando Harlow, investigando el aprendizaje en macacos, se dio cuenta que, al separarlos prematuramente de sus madres, éstos presentaban problemas psicológicos como agresividad, apatía o aislamiento. Continuando con los estudios, se dio cuenta que éstos preferían pasar la noche con una “madre de fieltro” en lugar de una figura metálica que les proporcionaba comida a pesar de tener hambre. En otras palabras, parece ser que existe una tendencia innata a vincularnos para sentirnos protegidos que prima sobre otras necesidades.

Generalmente, se usa el concepto apego para hacer referencia al afecto, la devoción o la estima que se siente hacia una persona o cosa. Sin embargo, en psicología, se alude a un vínculo afectivo intenso que se establece hacia las personas de referencia y que perdura en el tiempo. Se trata de una necesidad como respirar o comer, y una buena vinculación va a asentar la visión del mundo y la forma de relacionarse con él de nuestros pequeños.

Durante la infancia, los niños y las niñas deben interiorizar en poco tiempo todo aquello que les permitirá manejarse por el mundo y el desarrollo de un buen apego es igual de importante como aprender a leer o multiplicar. Está demostrado que antes, durante y después del parto el establecimiento del vínculo ya se ha puesto en marcha y que las caricias y el contacto corporal van a intervenir en el desarrollo del cerebro.

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¿Qué es la presión de grupo y cómo afrontarla?

La presión de grupo es la influencia que ejerce sobre nosotros la mayoría, capaz de modificar nuestros pensamientos, sentimientos y conducta (en adolescentes, la más llamativa se da en el círculo de amistades). Cuando estamos con nuestro grupo de amigos, nos fijamos en las actitudes que adoptan ante las distintas situaciones para confirmar si una conducta es legítima o ilegítima. Por ejemplo, si alguien en clase viste distinto y oímos cómo nuestros compañeros le critican, ya nos estamos haciendo a la idea de que ese tipo de ropa es percibida como incorrecta por nuestro grupo, y será más probable que al día siguiente no la escojamos para ir a clase.

¿Cómo surge?

Esta conducta no es exclusiva en adolescentes, sino que nos acompaña a lo largo de toda la vida, pues viene de la necesidad que tenemos los seres humanos de adaptarnos a la norma para favorecer la cohesión social y evitar la censura, el ridículo y la desaprobación por parte de nuestros iguales. Sin embargo, adaptarse a las actitudes y conductas del grupo de referencia puede ser peligroso, pues tendemos a comportarnos según se nos pide (directa o indirectamente) sin pensar primero en la naturaleza de ese acto ni en sus consecuencias para otros individuos. Así mismo, tendemos a trasladar la responsabilidad personal al grupo, ya que actuamos como parte de él.

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Los miedos evolutivos

El miedo forma parte del conjunto de emociones que tenemos, y al igual que las demás (alegría, tristeza, enfado, etc) es importante experimentarla. Nos ayuda a enfrentarnos al mundo distinguiendo lo que puede ser amenazante de lo que no, y así aprendemos de la experiencia y nos adaptamos. Pero durante el desarrollo infantil nos puede preocupar si los miedos que tienen no son adaptativos y generan un malestar exagerado al niño,

Pero ¿cómo distinguir cuando se trata de un miedo evolutivo y cuándo no?

Para entenderlo es necesario comprender el desarrollo evolutivo de su capacidad cognitiva y emocional. Como ya hemos dicho estos son miedos evolutivos, es decir, que a medida que van creciendo suelen ir desapareciendo.

No hay una edad concreta a la que determinado miedo tiene que desaparecer, ya que cada niño es único y vive su propia experiencia que le influirá en este aspecto.

 

0 – 12 meses:

Miedos evolutivos → pérdida de apoyo, sonidos fuertes, alturas, personas / objetos extraños, separación, objetos amenazadores (súbitos)

Hasta el año de edad los miedos que puedan sentir dependerán del momento presente, todo lo que ocurra novedoso a su alrededor que se salga de lo que ya conoce lo puede experimentar como posible amenaza. Puede ser: ver una cara nueva, aunque sea de un abuelo, llevarle a un sitio nuevo, etc. Y por supuesto el “miedo” más presente a esta edad es lo que se conoce como ansiedad por separación, miedo experimentado como indefensión cuando sus figuras de apego no están (madre, padre, cuidador). Solo con desaparecer de su vista, aunque estemos a su lado ya puede generar este malestar, pero de alguna forma es adaptativo que lo experimenten para poco a poco tolerar en un futuro que esa figura no este presente todo el tiempo.

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¿Qué es la resiliencia y cómo promoverla en los niños?

La resiliencia surge a partir de los esfuerzos por entender las causas de la Psicopatología. Diversos estudios demostraron que existía un grupo de niños que no desarrollaban problemas psicológicos a pesar de las predicciones de los investigadores. La conclusión a la que llegaron fue que estos niños eran de alguna forma “invulnerables”, es decir, que podían resistir la adversidad. A esta invulnerabilidad de estos niños, la llamaron resiliencia, ya que puede ser promovida al contrario que la invulnerabilidad.

Por tanto, podemos llamar resiliencia a la capacidad del ser humano de hacer frente a las adversidades, superarlas e incluso, salir fortalecido de ellas. Se trata de una combinación de factores que permiten a una persona afrontar, superar los problemas de la vida y construir sobre ellos.

Se trata de un concepto muy positivo y esencial para la vida, pero ¿cómo podemos hacer que los niños sean más resilientes?

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¿Sabes qué es la resiliencia?

La resiliencia es un término que proviene de la física donde se refiere a la capacidad de un cuerpo para recuperar su estado original cuando cesa el esfuerzo que ha causado deformación sobre él.

Hace ya tiempo que la psicología adoptó este término para hacer referencia a la capacidad de recuperación emocional de las personas para sobreponerse a los imprevistos y las adversidades.

Sin embargo, hay algunas ligeras diferencias que son importantes señalar para entender cómo funciona la mente humana. Por un lado, en física se hace referencia a la capacidad de un cuerpo de recuperar su forma original. La mente humana, al contrario, consigue sobreponerse a las experiencias negativas aprendiendo de ellas o adoptando una nueva manera de relacionarse con los sucesos.

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¿Sabías que la lectura ayuda a desarrollar la empatía y la resiliencia?

Muchas veces los padres nos preguntamos por la crueldad innecesaria de determinadas historias que se suponen para un público infantil. ¿Quién no ha llorado con la muerte de la madre de Bambi o ha sufrido con la historia original de La Sirenita de Hans Christian Andersen? ¿Y a quién no le parece cruel que Caperucita Roja tenga que ser engullida por el lobo para aprender la lección? No es que los adultos que han elaborado estos cuentos sean crueles y quieran hacer sufrir a los niños que tienen a su alrededor, si no que los cuentos son una manera de transmitir situaciones realistas que los niños viven en carne ajena. La transmisión oral de historias es una práctica muy antigua que se plasma luego en los cuentos y, más tarde, en las películas infantiles. Y es la manera que tenemos los adultos de trasmitir valores y técnicas de resolución de conflictos de una manera alegórica y simbólica.

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