¿Qué hago si mi hij@ es víctima de bullying?

¿Qué es el bullying o acoso escolar?

Según la Guía de actuación frente al acoso y el ciberacoso para padres y madres de Save the children, el acoso escolar o bullying es un tipo de violencia que sucede entre iguales a través de la intimidación, la persecución física y/o psicológica y el hostigamiento, de manera que estas acciones son intencionadas, injustificadas y reiteradas sobre la víctima.  Además, el agresor hace uso de un desequilibro de poder (físico, psicológico y/o social) para imponerse sobre el otro.

Al tratarse de una situación de violencia, no se puede tolerar y como padres debemos actuar ante el primer signo de que esta situación esté ocurriendo.

A lo largo del tiempo, las conductas que consideramos agresivas han cambiado y es posible que popularmente algunas no las consideráramos como tal hace un tiempo, por eso es importante que las repasemos:

  • Agresión o violencia verbal. Las podremos encontrar como insultos, descalificaciones, motes ofensivos, etc.
  • Agresión física. Probablemente, estemos más familiarizados con esta forma de violencia, como son los empujones, patadas o golpes.
  • Amenazas verbales, como intimidaciones o chantajes.
  • Exclusión social. Rechazos, difusión de rumores, etc.
  • Acoso físico y sexual. Aquí se incluyen además la coerción o intimidación de naturaleza sexual, comentarios y verbalizaciones groseras de naturaleza sexual, etc.

Como podemos ver, el ejercicio de este poder puede darse de diferentes formas y nunca debemos confundirlas con “cosas de niños”. Por lo tanto, no podemos normalizarlo ni responsabilizar a la víctima con comentarios como “algo deberá haber hecho” o “es que es rarito”, etc.

Dentro de esta dinámica encontramos tres agentes: los agresores, las victimas y los testigos. Estos últimos pueden ser facilitadores, testigos pasivos o testigos activos. En este artículo nos centraremos en los segundos y en la forma en la que podemos apoyar a nuestros hijos e hijas si se ven envueltos en estas situaciones.

¿Qué hago si mi hijo/a es víctima de acoso escolar?

Cuando los menores son víctimas de acoso escolar, generalmente muestran un cambio en su forma de comportarse, es posible que expresen rechazo a ir al colegio, muestren tristeza o apatía, cambios de humor, se desinteresan por sus hobbies o bajan sus notas, entre otras cosas. Cuando notemos que esto ocurre o tengamos dudas, es recomendable crear un espacio de intimidad y confianza para que se puedan expresar. Lo ideal sería tener este espacio creado per se para que exista una buena comunicación y nuestro vínculo con ellos sea bueno. En estos casos es especialmente importante, ya que ellos suelen tener preocupación por lo que les puede ocurrir si “se chivan”.

Cuando nuestros hijos nos expresan lo que están viviendo, es normal que como padres nos preocupemos e incluso nos enfademos con el agresor. Sin embargo, comentamos a continuación alguna pautas a seguir:

  • Mantener la calma. A veces nuestros hijos tienen miedo de preocuparnos o causarnos daños. Al mantener la calma, vamos a conseguir que no se sientan alarmados y que confíen en que han tomado la mejor decisión.
  • Expresarles que no son culpables. Nadie tiene derecho a tratarlos de esa manera y no se trata de ser débil o fuerte.
  • Empatizar y no juzgar sus acciones. Como padres debemos recordar que han actuado como han sabido, se trata de una oportunidad para aprender y buscar nuevas soluciones.
  • Finalmente que sientan que vamos a apoyarles, acompañarlos y ayudarles.

Ahora bien ¿cómo podemos apoyar a nuestros hijos?

  • Reforzar la autoestima. La autoestima es la valoración que hacemos sobre la idea que tenemos sobre nosotros mismos, que no es contante y puede verse alterada en este tipo de situaciones. Para ello, podemos prestarles más atención, valorar sus esfuerzos, resaltar cualidades personales.
  • Realizar actividades extraescolares que pueden ofrecer herramientas para el autocontrol (e.g., karate o judo) para expresar y explorar (e.g., teatro) o ayudar a la distracción y la relajación (e.g., pintar, escribir, etc.).
  • Educar en inteligencia emocional, la cual es la capacidad de reconocer nuestras propias emociones con el fin de gestionarlas. Además, está relacionada con la empatía y las relaciones interpersonales.
  • Enseñarles a primar la calidad de las relaciones y fortalecer su red social. Reconocer cómo nos sentimos cuando estamos con alguien y valorar si merece la pena cambiar nuestra forma de ser o actuar por entrar en un grupo. Esta acción nunca va a tener un valor positivo. Por otro lado, fortalecer las relaciones sociales se relaciona con un mayor bienestar general y actúa como factor protector.

Entendemos que puede ser una situación difícil para todos los miembros de la familia y estas son recomendaciones generales. Sin embargo, en ocasiones el menor podría beneficiarse de una atención más especializada con la ayuda de un psicólogo. Finalmente, debemos recordar que es prioritario avisar al colegio de lo que está ocurriendo, y es la institución la que debe actuar para solventar el problema.

Por Juliana Racines

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