¿Cómo fortalecer el vínculo con nuestros hijos e hijas?

El interés por el apego comienza a principios del siglo pasado cuando Harlow, investigando el aprendizaje en macacos, se dio cuenta que, al separarlos prematuramente de sus madres, éstos presentaban problemas psicológicos como agresividad, apatía o aislamiento. Continuando con los estudios, se dio cuenta que éstos preferían pasar la noche con una “madre de fieltro” en lugar de una figura metálica que les proporcionaba comida a pesar de tener hambre. En otras palabras, parece ser que existe una tendencia innata a vincularnos para sentirnos protegidos que prima sobre otras necesidades.

Generalmente, se usa el concepto apego para hacer referencia al afecto, la devoción o la estima que se siente hacia una persona o cosa. Sin embargo, en psicología, se alude a un vínculo afectivo intenso que se establece hacia las personas de referencia y que perdura en el tiempo. Se trata de una necesidad como respirar o comer, y una buena vinculación va a asentar la visión del mundo y la forma de relacionarse con él de nuestros pequeños.

Durante la infancia, los niños y las niñas deben interiorizar en poco tiempo todo aquello que les permitirá manejarse por el mundo y el desarrollo de un buen apego es igual de importante como aprender a leer o multiplicar. Está demostrado que antes, durante y después del parto el establecimiento del vínculo ya se ha puesto en marcha y que las caricias y el contacto corporal van a intervenir en el desarrollo del cerebro.

Los padres van a ser el punto de referencia, y sobre ellos se va a construir la visión del mundo. Es evidente que cuando pensamos que detrás tenemos personas leales sobre las que nos podemos apoyar, somos más estables, tranquilos y potenciamos mejor nuestras capacidades.

No podemos negar el vínculo especial que se crea con la madre gestante, ya que mientras el feto se desarrolla, ambos están fusionados. Es más, desde el sexto mes de embarazo, el feto puede reconocer la voz de la madre y este vínculo se ve potenciado por la presencia de la oxitocina durante este proceso. Una vez ha nacido el bebé, ambos van a compartir grandes momentos de intimidad y contacto físico, por ejemplo, con la toma del pecho o el biberón. No obstante, afirmar que este vínculo se forja únicamente con la madre es erróneo, ya que no son las únicas que participan en el cuidado de nuestros hijos e hijas. Aunque hablamos de apego únicamente para referirnos al vínculo que se genera con las figuras principales del cuidado, los niños pueden generar múltiples vínculos afectivos que les ayuden a permanecer protegidos.

Se ha encontrado que las principales cualidades que deben estar presentes en las figuras referentes para poder desarrollar un buen apego son la empatía, la sensibilidad y la disponibilidad, es decir, debemos entender cuáles son sus necesidades, ser sensibles a ellas y poder cubrirlas. Si nos aseguramos de tener esto claro, vamos a poder fortalecer la autoestima de nuestros pequeños, o sea, si ellos se sienten seguros, protegidos y queridos de manera incondicional, van a crecer creyendo que son personas valiosas y que merecen sentirse bien.

Ahora que tenemos claro lo anterior ¿qué podemos hacer para ser unas buenas figuras de apoyo?

Crea un entorno seguro. Las rutinas flexibles van a hacer que nuestros bebés se sientan calmados y seguros. Debemos establecer un horario para comer y dormir, los espacios en los que está o incluso las palabras que usamos, asegurándonos de ser flexibles para que aprendan también que el mundo lo es.

Ocúpate de sus necesidades. Todos podemos ser partícipes de darle el biberón, prepararle la comida, vestirlo, etc. Se trata de cosas que el niño no puede hacer solo y fortalecerá su sensación de seguridad.

Mantén el contacto físico. Se trata de una forma básica de crear este vínculo que se construye toda la vida. Por ejemplo, podemos dar abrazos, cepillarle el pelo, darle la mano para pasar la calle o ir a la escuela, leerle cuentos, jugar, etc. También, cultivar la expresión del afecto dándole besos y abrazos será una base para su gestión emocional. Asegúrate de que pasas tiempo de calidad con tu hijo e hija.

Crea conversaciones recíprocas. Al principio ellos van a querer contar todo, pero con el tiempo podemos comentar cómo nos ha ido el día o cómo nos sentimos. Aprovecha para interesarte por su mundo y conversar sobre lo que les interesa.

No mientas y cumple las promesas. Estamos preparados para detectar la mentira, generando rechazo en nosotros. No hagas uso de la mentira para conseguir cosas y solo haz promesas que puedas cumplir.

Hazle sentir valioso. Explicita que le quieres y resalta las cosas positivas que ves en él, si no se lo comunicas en actos y palabras, ellos no lo van a saber.

Como podemos ver, la familia se construye y se trabaja a través de la constancia, el cariño y el respeto mutuo.

Todos queremos darle lo mejor a nuestros hijos y, a veces, lo limitamos a lo material, pero el fortalecimiento del vínculo es mucho más simple. Asegurémonos de estar ahí para ellos y construyamos la base sobre la que se sustentará su bienestar y su desarrollo pleno.

Por Juliana Racines.

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