Los miedos evolutivos

El miedo forma parte del conjunto de emociones que tenemos, y al igual que las demás (alegría, tristeza, enfado, etc) es importante experimentarla. Nos ayuda a enfrentarnos al mundo distinguiendo lo que puede ser amenazante de lo que no, y así aprendemos de la experiencia y nos adaptamos. Pero durante el desarrollo infantil nos puede preocupar si los miedos que tienen no son adaptativos y generan un malestar exagerado al niño,

Pero ¿cómo distinguir cuando se trata de un miedo evolutivo y cuándo no?

Para entenderlo es necesario comprender el desarrollo evolutivo de su capacidad cognitiva y emocional. Como ya hemos dicho estos son miedos evolutivos, es decir, que a medida que van creciendo suelen ir desapareciendo.

No hay una edad concreta a la que determinado miedo tiene que desaparecer, ya que cada niño es único y vive su propia experiencia que le influirá en este aspecto.

 

0 – 12 meses:

Miedos evolutivos → pérdida de apoyo, sonidos fuertes, alturas, personas / objetos extraños, separación, objetos amenazadores (súbitos)

Hasta el año de edad los miedos que puedan sentir dependerán del momento presente, todo lo que ocurra novedoso a su alrededor que se salga de lo que ya conoce lo puede experimentar como posible amenaza. Puede ser: ver una cara nueva, aunque sea de un abuelo, llevarle a un sitio nuevo, etc. Y por supuesto el “miedo” más presente a esta edad es lo que se conoce como ansiedad por separación, miedo experimentado como indefensión cuando sus figuras de apego no están (madre, padre, cuidador). Solo con desaparecer de su vista, aunque estemos a su lado ya puede generar este malestar, pero de alguna forma es adaptativo que lo experimenten para poco a poco tolerar en un futuro que esa figura no este presente todo el tiempo.

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¿Qué es la depresión post parto?

Durante el embarazo, así como la etapa inmediatamente posterior (puerperio), las mujeres presentan importantes cambios químicos, hormonales y psicológicos que predisponen a una mayor vulnerabilidad a trastornos depresivos o de ansiedad. Generalmente, del 60 al 85 % de mujeres puede presentar síntomas depresivos en los primeros días de postparto. Estos síntomas son normales debido a la gran presencia de cambios que se experimentan los primeros días y tienden a desaparecer por sí mismos con el tiempo. Sin embargo, en ciertos casos estos síntomas pueden intensificarse y cronificarse, y aparecer la llamada depresión post-parto.

¿Qué es una depresión postparto?

Es un trastorno del estado de ánimo que se caracteriza por síntomas depresivos, con fuertes sentimientos de culpa y ambivalencia, así como problemas de vinculación con el bebé, que puede afectar a la relación de afecto con éste.

Se trata de un trastorno depresivo temporalmente asociado al nacimiento del hijo. Se suele iniciar en torno a las 2 o 3 semanas desde el nacimiento, con una duración general de 4 a 6 semanas e incluso más de un año si no se recibe tratamiento.

Los síntomas más comunes son: humor depresivo, falta de interés en actividades que antes disfrutaban, alteraciones del sueño y/o de alimentación, fatiga o falta de energía, agitación o retraso motor, fuertes sentimientos de culpa (habituales en los trastornos depresivos, tienden a asociarse con la incapacidad de asumir el rol de madre o hacerse cargo de los cuidados que necesita el niño), adopción de un rol sobreprotector con el niño, problemas de concentración, aislamiento social o incluso ideas suicidas en los casos de mayor gravedad.

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¿Qué es la resiliencia y cómo promoverla en los niños?

La resiliencia surge a partir de los esfuerzos por entender las causas de la Psicopatología. Diversos estudios demostraron que existía un grupo de niños que no desarrollaban problemas psicológicos a pesar de las predicciones de los investigadores. La conclusión a la que llegaron fue que estos niños eran de alguna forma “invulnerables”, es decir, que podían resistir la adversidad. A esta invulnerabilidad de estos niños, la llamaron resiliencia, ya que puede ser promovida al contrario que la invulnerabilidad.

Por tanto, podemos llamar resiliencia a la capacidad del ser humano de hacer frente a las adversidades, superarlas e incluso, salir fortalecido de ellas. Se trata de una combinación de factores que permiten a una persona afrontar, superar los problemas de la vida y construir sobre ellos.

Se trata de un concepto muy positivo y esencial para la vida, pero ¿cómo podemos hacer que los niños sean más resilientes?

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¿Qué es el temperamento?

Todos hemos oído hablar del temperamento y entendemos que es un concepto que tiene que ver con la personalidad, con la forma de ser de cada uno. El temperamento es algo que se relaciona con las bases biológicas de la personalidad (genética), es algo con lo que nacemos.
Diferentes expertos se han atrevido a hablar acerca del temperamento, y han visto que el temperamento se relaciona con las diferencias individuales, es decir, con las diferencias que hay entre la forma de actuar o de reaccionar de uno y de otro en diferentes situaciones. El temperamento tiene la función de procesar la información que viene del exterior y regular y controlar las conductas. Se podría decir que su función principal es la regulación de las propias conductas, el control sobre ellas y la forma de expresarlas.
Se trata de un término muy amplio que está relacionado con las distintas dimensiones de la conducta, entendidas de manera individual, que surge cuando los niños son pequeños y representa la base de lo que será su futura personalidad. Es relativamente estable en el tiempo, aunque puede verse modificado en sus manifestaciones por la influencia de su entorno, especialmente por medio de las prácticas educacionales de los padres.

En resumen, podemos entender el temperamento como la respuesta a los cambios del entorno (como reaccionamos) incluidas nuestras reacciones corporales (sudores, palpitaciones…), el miedo y la inhibición ante lo nuevo, la impulsividad, el ánimo positivo o negativo, el nivel general de actividad, la atención constante y la autorregulación.

Especial interés tiene la influencia de los estilos educativos en cuanto a la formación del temperamento. Se pueden identificar tres estilos básicos de educación de padres hacia sus hijos:

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¿Qué es el apego y por qué es tan importante?

Llamamos apego a aquellos vínculos emocionales que establecemos con la gente que nos rodea a lo largo de nuestra vida, primero con nuestros padres y después con las nuestra familia, con nuestros amigos, nuestra pareja y con nuestros hijos.

Este concepto empezó con la denominada teoría del apego.

Esta teoría habla sobre la tendencia que tienen las personas de crear vínculos con determinadas personas y para explicar todos los tipos de dolor emocional al igual que la ansiedad, la depresión, la ira y demás problemas que surgen a raíz de la separación de las personas queridas y la falta de afecto.

Según diferentes estudios, existen tres tipos principales de apego: niños de apego seguro, niños con apego inseguro-evitativo y niños de apego inseguro-ambivalente.

De los tres tipos de apego, el más saludable es el apego seguro. Se ha visto que las madres de estos niños son sensibles, responsables, y están disponibles cuando su hijo lo necesita. Esa responsabilidad, le da seguridad al niño para explorar el entorno cuando ella está presente. Si la madre se va, no explora tanto y se puede sentir más inseguro, pero cuando vuelve se pone muy contento y necesita de su contacto físico. Una vez ha regresado, se siente seguro para seguir explorando.

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Trabajar las emociones y las situaciones difíciles mediante cuentos.

Antiguamente la tradición oral era muy importante en la enseñanza de los niños. Las historias pasaban de una generación a otra en forma de cuentos o historias con moraleja. Estos cuentos además de responder a una necesidad de contacto con el cuidador, fomentaban el desarrollo de la expresión oral y transmitían normas y límites culturales. De hecho, cada cultura tenía sus propias historias.

Hace ya mucho que estos cuentos orales se han visto completados y aumentados por libros. La literatura infantil tiene un valor innegable del que muchas veces no somos conscientes. Además de transmitir valores culturales, los libros cumplen una función educativa indispensable que es la enseñanza de estrategias de afrontamiento. Cada vez que un padre o madre consulta por una dificultad con su niño, lo más accesible para la intervención, cuando se trata de niños muy pequeños, es recomendarle algún libro para leer junto a su hijo.

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Los niños pequeños y las nuevas tecnologías

Hasta hace unos años hablar de niños pequeños y nuevas tecnologías parecía algo imposible. Era como si no se pudiesen usar esas dos palabras juntas en una frase dado que los niños muy pequeños no tenían acceso a ellas.
Actualmente, con el boom de las tabletas y los móviles inteligentes el acceso a las nuevas tecnologías está a la mano de cualquiera y parece que especialmente a la mano de los más pequeños.
No queremos ser tremendistas porque está claro que el uso de las nuevas tecnologías es algo que tendremos que ir integrando en la educación de los más pequeños pero hay ciertas cuestiones que deberíamos tener en cuenta.

Serge Tisseron, psiquiatra francés, habla de cuatro etapas en el uso de las pantallas. Éstas etapas abarcan tramos de edad hasta los 3, 6, 9 y 12 años. Según Tisseron lo recomendable sería que los niños hagan un determinado uso de las pantallas en cada una de las etapas y los recomendado en la etapa de cero a tres años es que tengan el menor contacto posible o incluso ningún contacto con pantallas.

¿Por qué esta reticencia de los expertos a que los niños pequeños no tengan contacto con las tabletas, móviles y ordenadores?

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Propósitos de Año Nuevo

Ahora que vamos a cambiar de año, llega el momento de plantearse nuevos retos y objetivos para el año que entra. Es algo que solemos hacer por tradición o por consejo y realmente es un hábito bastante saludable. Nos permite marcarnos un rumbo y poder tener objetivos a medio plazo. Es común que estos propósitos que nos marcamos los tengamos muy presentes durante los primeros meses del año pero después desistimos en conseguirlos o los olvidemos. Por tanto, igual de sano que plantearse un objetivo, es reevaluarlo al finalizar el año. Así pues, ahora es el momento de valorar aquellos objetivos que nos planteamos a principios de esto mismo año y ver cuántos hemos alcanzado, cuántos han variado, cuántos deseamos insistir en conseguirlos o cuántos deseamos reemplazar por otro nuevo.

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Los regalos y la Navidad

La Navidad es una fecha ansiada para muchos, sobre todo para los más peques ya que Papá Noel y los Reyes Magos vienen a nuestras casas y colman a nuestros hijos de regalos, en ocasiones, en exceso.

La imagen del árbol lleno de regalos fantasea en la cabeza de los niños las semanas previas a la Navidad: comienzan a hojear revistas de juguetes, escogen lo que ven en la tele y hacen listas en la tablet de mamá y papá. Estas listas pueden llegar a ser infinitas y las peticiones de nuestros hijos desorbitadas e impulsivas. Los padres volvemos cada año a hacernos la misma pregunta, ¿qué le regalo a mi hijo y cuántos regalos debería hacerle?

Los profesionales de la psicología infantil estamos de acuerdo en una cosa: hay que regalar con criterio juguetes adaptados a su edad y preferiblemente pocos, más regalos no siempre es mejor.

La mañana de Papá Noel/ Reyes los niños se levantan emocionados y corren a mirar qué les habrán dejado bajo el árbol. Comienzan a buscar entre los paquetes cuál tiene su nombre y empiezan a desenvolver el primero, el segundo, el tercero… y así sucesivamente. Algunos profesionales determinan que 3 ó 4 regalos entre Papá Noel y Reyes sería una buena cantidad. Este número puede ser complicado si tenemos en cuenta que abuelos, tíos y demás familia suelen tener detalles en estas fechas.

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Terrores Nocturnos

¿Qué son los terrores nocturnos?

Todos sabemos que dormir es una necesidad básica y cuando tenemos hijos es una de las cosas que más hace sufrir a los padres. Por dos motivos: uno, porque perdemos horas de sueño nosotros y eso nos resta tranquilidad y templanza de cara a la crianza y dos, porque nos preocupa mucho que nuestros bebés aprendan a dormir bien.

Una de las circunstancias que con frecuencia perturban la noche de nuestros niños son las parasomnias. Las parasomnias son aquellas situaciones que se producen durante el sueño, que trastornan la conducta nocturna y que con mayor frecuencia ocurren durante la infancia.

Las más conocidas: las pesadillas y los terrores nocturnos. Entre ellas hay diferencias aunque ambas implican la interrupción del ciclo de sueño y el despertar en mitad de la noche.

¿En qué se diferencian las pesadillas y los terrores nocturnos?

Las pesadillas suponen una ensoñación de temática desagradable durante la fase REM del sueño, que es una fase cercana a la consciencia. De tal manera que si el contenido de la misma se vuelve excesivamente desagradable el niño se puede despertar llorando, gritando o sobresaltado y normalmente es capaz de dar un relato coherente sobre aquello que soñaba.

En los terrores nocturnos, sin embargo, el contenido desagradable tiene lugar durante las fases profundas del sueño y en este caso el niño llora o grita sobresaltado pero la gran mayoría de las veces sin llegar a despertar.

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