La influencia del confinamiento en la habilidades parentales

Como algunos de vosotros ya sabéis, aprovechamos el confinamiento para llevar a cabo una investigación sobre las habilidades parentales de padres y madres durante este periodo. Desde que se decretó el estado de alarma nuestro interés se centró en saber si la situación extraña y nueva para todos podía traer algo positivo. Es decir, si un estresor en principio considerado como negativo podía dar como resultado una mejora en algún aspecto dado que ha significado un reto especialmente para aquellas personas que han tenido a sus hijos en casa al mismo tiempo que han continuado trabajando (tanto dentro como fuera de casa).

Estamos muy orgullosas de la alta participación, habiendo superando las 90 respuestas. Tras analizar en detalle los resultados, queremos aprovechar para exponeros algunas de las cuestiones que hemos observado.

Para realizar el estudio hemos utilizado la Escala de Parentalidad Positiva E2P elaborada por Esteban Gómez, director de la Fundación América por la Infancia y María Magdalena Muñoz de ideas para la infancia, ambos en Chile. La escala se compone de 4 cuestionarios en función de los siguientes tramos de edad: de 0 a 3, de 4 a 7, de 8 a 12 y de 13 a 18. En cada uno de ellos, los items giran en torno a cuatro aspectos que componen, según los autores, las competencias parentales y que son las siguientes:

  • el vínculo: se refiere a promover un estilo de apego seguro y un adecuado desarrollo socioemocional en los niños y niñas.
  • la formación: se trata de favorecer el desarrollo, aprendizaje y socialización de los hijos.
  • la protección: comprende las prácticas dirigidas a cuidar y proteger adecuadamente a los niños resguardando sus necesidades de desarrollo humano, garantizando sus derechos y favoreciendo su integridad física, emocional y sexual.
  • la reflexión: implica pensar acerca de las influencias y trayectorias de la propia parentalidad, monitorear las prácticas parentales actuales y evaluar el curso del desarrollo del hijo/a.

Como se podrá entender, no disponemos de una medida previa a la situación de confinamiento de las habilidades parentales de los padres, por lo que decidimos añadir dos últimas cuestiones al final de nuestro estudio donde pedíamos a los padres que reflexionaran sobre si ellos veían que había cosas que habían mejorado o empeorado durante el confinamiento.

La muestra

La edad de los padres que han contestado a nuestro cuestionario se sitúa mayoritariamente entre los 36 y 48 años. Tres cuartas partes son madres frente a una cuarta parte de padres. El 75% estaba trabajando o teletrabajando durante el confinamiento, mientras que el otro 25% se encontraba en situación de ERTE o paro. El 83% de las respuestas provenían de hogares donde ambos padres convivían con los hijos, el 10% de familias separadas con distintas modalidades de custodia y el 7% restante venían de hogares monoparentales con distintas situaciones. La intensidad del miedo o estrés con el que estos padres y madres estaban viviendo la situación de confinamiento ha sido media (medida con una escala Likert de uno a cinco, ha resultado una media de 2,6).

Los tramos de edades de los hijos cuyos padres contestaron al cuestionario quedan reflejados en el siguiente gráfico:

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Podemos observar que las distintas edades se reparten de manera más o menos equilibrada en el estudio. Es decir, han contestado al cuestionario padres de todos los tramos de edad y en cantidades similares, por lo que no deberíamos esperar un sesgo especialmente determinante en los resultados.

Los resultados.

En líneas generales, hemos observado que la impresión de los padres ha sido relativamente positiva. Así, a la pregunta sobre si habían observado alguna mejora durante el confinamiento, el 76% de los padres responde afirmativamente frente a un 24% que dice que nada ha mejorado. Entre las mejoras, las que más destacan son la capacidad de promover un estilo de apego seguro y la reflexión sobre las propias capacidades como padre o madre.

A la pregunta sobre si habían observado algún empeoramiento, el 63% opina que nada ha empeorado frente al 37% que sí observan una peor calidad en las habilidades parentales, especialmente en lo referente a cubrir las necesidades formativas y también en la habilidad para reflexionar sobre la propia parentalidad.

Las puntuaciones obtenidas en el test de habilidades parentales por lo general son bajas si observamos al grupo de padres de manera general, aunque con matices según la habilitad parental analizada y el tramo de edad estudiado. En lo que se refiere a las habilidades de protección y de reflexión sobre la propia conducta, la puntuación puede considerarse correcta, mientras que en formación la puntuación es ligeramente baja y claramente donde parece que hay un peor desempeño es en responder a las necesidades de vínculo y apego de nuestros hijos.

Si observamos cada grupo de edad por separado, podemos observar que de 0 a 3 los padres atendemos estupendamente a nuestros hijos en todas las áreas. La puntuación más baja se produce en la atención a sus necesidades formativas, lo que puede ser un efecto directo tanto de la edad del niño como del confinamiento. Niños muy pequeños respecto a los que aún no nos preocupa tanto sus necesidades en este sentido y niños de 2 o 3 años con los que nos resulta complicado tener ideas o proponer juegos que capten su atención en casa tal y como lo hacen las educadoras de una escuela infantil.

En el grupo de edad de 4 a 7 obtenemos puntuaciones ligeramente bajas en todas las áreas excepto en lo referente a atender sus necesidades de protección. Parece que tenemos claro cómo protegerlo y, sin embargo, descuidamos sus necesidades de vínculo o apego y no dedicamos tiempo a reflexionar sobre nuestras propias habilidades parentales. El área de necesidades formativas sale también ligeramente baja pero, como hemos dicho en el párrafo anterior, probablemente se deba a un efecto directo del confinamiento: no sabemos ayudar en la educación de nuestros hijos y el hecho de haber tenido que continuar teletrabajando en muchos casos, tampoco ha ayudado a que encontremos el tiempo para hacerlo.

Entre los 8 y 12 años es donde los padres y madres obtenemos las peores puntuaciones. Aquí todas las áreas puntúan ligeramente bajas pero la más afectada son las necesidades de vínculo y apego, donde obtenemos una puntuación claramente baja. Parece que en este tramo de edad no encontramos actividades en las que disfrutar o compartir con nuestros hijos y además no hay una expresión de sentimientos de cariño o aprecio adecuada.

Por último, en la preadolescencia y adolescencia -entre los 13 y 18- años puntuamos alto en todas las áreas, incluida el área formativa, pero seguimos suspendiendo a la hora de cubrir las necesidades de vínculo y apego. Probablemente las puntuaciones elevadas en este tramo de edad tengan que ver con dos razones: los niños son más independientes y por tanto requieren menos de nosotros a la hora de estudiar por ejemplo y esto permite que nosotros dispongamos de más tiempo para dedicarnos a otras cuestiones como reflexionar sobre nuestro papel como padres. En cuanto a la formación, otro elemento a tener en cuenta es que muchos de los colegios e institutos han podido ofrecer una formación on-line casi sin dificultad a niños de secundaria y bachillerato y, por tanto, esta necesidad ha quedado bien cubierta desde otros ámbitos.

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*Nota: destacadas en verde las habilidades con puntuación óptima, en naranja aquellas con puntuación  ligeramente baja y en rojo las que obtienen puntuaciones bajas.

Mirando ítem por ítem, podemos también concluir lo siguiente:

  • Cuando nuestros hijos son bebés o cuando son adolescentes, los padres somos capaces de identificar las causas de aquello que los enfada. Sin embargo, entre los 4 y los 12 años tenemos más dificultad en la identificación de las causas.
  • Casi todos los padres son capaces de calmar a sus hijos cuando se enfadan. Sin embargo, en la adolescencia no siempre lo consiguen.
  • Parece que algo que nos cuesta en la parentalidad es sacar tiempo para nosotros los padres. En el tramo de edad de la adolescencia casi todos los padres lo consiguen. Sin embargo, esto solo se produce a veces en padres y madres de hijos menores de 12 años.

En resumen

Podemos decir que hay cierta discrepancia entre la puntuación que obtienen los padres en el test y la imagen que tienen sobre aquello que ha mejorado o empeorado durante el confinamiento. Esto nos puede llevar a pensar que estamos ante un mecanismo de defensa que los padres hemos utilizado durante el momento más crudo de la pandemia. Nuestras habilidades parentales no parecen ser brillantes y, sin embargo, nuestra sensación es que al estar todo el día en casa con nuestros hijos, nuestras habilidades han mejorado.

Y, por último, hay dos conclusiones que nos llaman especialmente la atención:

Una es que atendemos muy bien las necesidades de vínculo y apego de nuestros pequeños cuando tienen menos de 3 años y, sin embargo, las dejamos de atender después de esa edad. A medida que los hijos crecen, los padres sacamos menos tiempo para dedicar y compartir actividades, diversión, tiempo y ocio con los hijos.

Dos, que otro gran fallo de la parentalidad parece estar en que no sabemos sacar tiempo para nosotros mismos hasta que nuestros hijos no alcanzan la adolescencia.

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