Algunas respuestas o conductas extrañas en los niños pueden deberse a un Trastorno del Procesamiento Sensorial

El trastorno del procesamiento sensorial (o SPD como rezan sus siglas en inglés) es un trastorno aún no reconocido oficialmente pero que con bastante seguridad se incluirá en la nueva edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales (DSM).

Parece que este diagnóstico podría englobar una serie de conductas que se repiten en niños y adultos que reaccionan de forma desmedida o inesperada a acciones y estímulos tan frecuentes como ponerse la ropa, comer, oir una sirena o tener contacto físico con otros.

¿Qué es exactamente el Trastorno del Procesamiento Sesorial?

Se trata de una dificultad en el procesamiento de la información de tal manera que nuestro sistema nervioso no es capaz de responder a los estímulos adecuadamente.

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¡Qué difícil es no saber hablar!

Cualquiera que tenga niños cerca habrá experimentado la frustración que implica no saber qué le sucede. Puede que tenga hambre, sueño, sed…pero no sabe comunicarlo. Sucede con un bebé que todavía no sabe hablar, con un niño adoptado que no conoce nuestro idioma o con un niño discapacitado que tarda en adquirir el lenguaje.

Con los bebés es lógico pasar por una etapa en la que no saben expresarse y las madres se las ingenian para interpretar todo tipo de signos que les den una pista sobre qué es lo que su hijo necesita. Es más, esta frustración por no poder comunicarse ayuda a que poco a poco vayan adquiriendo lenguaje.

Sin embargo, ¿qué sucede con aquellos niños que presentan un retraso en la adquisición del lenguaje? La frustración, al principio ligera, que les anima a tratar de comunicarse va aumentando a medida que crecen y no obtienen resultados en su comunicación. Llegará un momento entonces en el que tiran la toalla y apenas inician contantos comunicativos, salvo en caso de necesidad imperiosa. Esto es lo que le sucede a muchos niños con discapacidad: autismo, síndrome de Down, parálisis cerebral, etc.

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La terapia asistida con animales mejora la efectividad de la terapia principal

La terapia asistida por animales consiste en la inclusión, dentro del espacio terapéutico de un animal. El entorno terapéutico es el espacio único que se crea entre un terapeuta y su paciente. No se trata (o no siempre) de un espacio físico, sino que más bien se refiere a la relación emocional que se establece entre dos personas donde una de ellas guía a la otra que, en ese momento en concreto, tiene ciertas dificultades.

¿Qué tipo de terapia se realiza?

El término «animales» puede abarcar desde un perro o un gato a un caballo o un delfín.

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Las mamás trabajadoras dedican a los hijos un tiempo similar al de las mamás no trabajadoras

Ahora que el verano termina y estamos en época de vuelta al cole, a muchas madres nos inquieta nuevamente el separarnos de nuestros hijos. Una vez más el verano acaba y tenemos que volver a trabajar después de haber estado varias semanas sin separarnos de ellos.

Es una sensación agridulce. Por un lado, acaba el descanso (si es que con hijos se puede llamar así) y nos da pena volver a la rutina.

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La influencia que tiene el peso, la alimentación y la figura corporal en el estado de ánimo de los adolescentes puede predecir la aparición de trastornos de la conducta alimentaria (TCA).

Todos intuimos que los chicos y chicas que padecen anorexia o bulimia dan mucha importancia a su imagen corporal, están obsesionados en cierta medida con los estándares estéticos y anteponen su figura a la preocupación por una dieta sana y equilibrada. Sin embargo, ¿quién no está preocupado por gustar a los demás durante la adolescencia? Y en años sucesivos…

En realidad, la aceptación por el grupo de iguales es algo vital a nivel psicológico durante los años de adolescente. El vínculo afectivo con la familia cambia y el adolescente ensaya sus formas de adulto con su grupo de amigos.

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El aprendizaje de la lectura requiere de una edad mínima a nivel neurológico.

Creo que como padres todos buscamos lo mejor para nuestros hijos y en una sociedad como la actual ese “mejor” pasa por unos buenos resultados académicos. Que al niño le vaya bien en la escuela es uno de los mayores quebraderos de cabeza de los padres. Sufrimos si vemos que a nuestro hijo le cuestan las matemáticas o si la profesora no para de mandar notas sobre lo poco que atiende en clase o los puntos débiles de su aprendizaje sobre los que hay que “seguir trabajando” en casa.

Lo cierto es que el aprendizaje básico que va a permitir el acceso a todos los demás y que va a influir de manera decisiva en el rendimiento académico de nuestro pequeño es la lectura y la escritura. Si el pequeño se atasca en este primer paso, los años de colegio pueden convertirse en un suplicio.

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Existen factores de riesgo así como factores de protección en la conducta suicida en adolescentes*.

En Estados Unidos el suicidio es la tercera causa de muerte en adolescentes. En Europa se sigue una tendencia al aumento de estos sucesos en chicos y chicas cada vez más jóvenes. Sin embargo, en España no existen apenas campañas de concienciación. Parece que el suicidio continúa siendo un tema tabú.

Según un artículo publicado en The Journal for Nurse Practitioner, existen factores que podríamos llamar de riesgo, es decir, que elevan las probabilidades en un adolescente de cometer suicidio. Según las autoras del artículo, estos factores son presentar depresión, angustia o trastornos de ansiedad y abuso de sustancias. La combinación de conducta impulsiva junto con la presencia de depresión aumenta significativamente el riesgo.

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Los niños son más vulnerables que los adultos a presentar secuelas psicológicas en caso de exposición a un desastre*.

Al hilo de los recientes acontecimientos ocurridos en Japón tras el terremoto, posterior tsunami y la alerta nuclear, el Dr. Robert L. Findling, profesor de psiquiatría y pediatría de la Case Western Reserve University de Estados Unidos, ha realizado una valoración sobre las secuelas psicológicas que se presentan en niños expuestos a desastres.

Lo más relevante es que los niños que han estado expuestos a un desastre presentan un alto riesgo de padecer distrés emocional como respuesta a los sucesos. Las dificultades más frecuentemente observadas en los niños tras los sucesos son reacciones de estrés agudo, trastorno de estrés postraumático y depresión.

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La mayoría de los adolescentes en acogimiento preadoptivo, residencial y con familia extensa NO presenta problemas de conducta.

Se ha hablado mucho sobre lo delicada que es la etapa infantil, que el desarrollo emocional que se produce en esta época marca nuestra personalidad y, por tanto, el tipo de personas que seremos. Desde la psicología evolutiva se le da mucha importancia y todas las teorías sobre el desarrollo de la personalidad (con variaciones entre ellas) otorgan a la infancia un papel fundamental que nos marca y cuya huella se mantendrá durante el resto de nuestra vida. Asimismo, el hecho de desarrollar buenos lazos afectivos con personas importantes que aseguren nuestra supervivencia como seres humanos es la piedra angular de esta etapa.

Uno de los casos donde mayor dificultad puede presentarse a este respecto es cuando no hay figuras de apego para el niño (niños huérfanos) o cuando las figuras de apego no tienen capacidad suficiente para asegurar la supervivencia de los pequeños (padres con custodias retiradas por malos tratos, negligencia, etc.)

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El número de familiares afectados por un trastorno de ansiedad específico influye en el riesgo de que un niño de la familia padezca ese mismo trastorno.

En un estudio preliminar presentado en la Conferencia Anual de la Sociedad Americana de Trastornos de Ansiedad* se pone de manifiesto una relación lineal entre el número de miembros de una familia afectados por un trastorno de ansiedad específico y el riesgo de que algún niño de dicho sistema familiar presente el mismo trastorno. Es decir, a mayor número de familiares aquejados, mayor es también el riesgo para los niños.

Hasta ahora, los estudios sobre el tema arrojaban resultados a favor de un mayor riesgo de padecer trastornos de ansiedad en aquellos niños que tenían algún familiar con trastorno ansioso, sin especificar datos más allá. Parece que esta relación cualitativa está bastante respaldada. Sin embargo, este estudio ahonda además en la relación cuantitativa, lo que significa que el número de personas afectadas en el entorno familiar también influye (y no sólo si hay afectación o no).

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