La terapia asistida con animales mejora la efectividad de la terapia principal

La terapia asistida por animales consiste en la inclusión, dentro del espacio terapéutico de un animal. El entorno terapéutico es el espacio único que se crea entre un terapeuta y su paciente. No se trata (o no siempre) de un espacio físico, sino que más bien se refiere a la relación emocional que se establece entre dos personas donde una de ellas guía a la otra que, en ese momento en concreto, tiene ciertas dificultades.

¿Qué tipo de terapia se realiza?

El término «animales» puede abarcar desde un perro o un gato a un caballo o un delfín. Así pues, el tipo de terapia que se realiza con animales es muy variado. En ocasiones, tan solo se trata de la presencia de un perro o un gato en la consulta y a través del juego con él se trabajan cosas en el paciente.

La equino o delfinoterapia son algo más complejas: requieren de un espacio abierto y preparado. En este caso, el peso de la terapia recae en el contacto con el animal, en las sensaciones que experimenta el niño tanto a nivel físico como psicológico cuando trabaja junto a un animal de estas características.

¿Para qué tipo de pacientes?

En realidad, la terapia se puede aplicar a cualquier paciente, sea niño o adulto, aquejado de enfermedad psíquica o neurológica. Lo cierto es que esta terapia funciona muy bien con niños. Ellos no ven raro, de hecho les suele gustar mucho, que haya un animal acompañando sus reuniones con el psicólogo. Y el animal sirve como elemento donde proyectan sus angustias, sus necesidades, ensayan sus maneras de contacto con el otro.

En niños con dificultades de relación interpersonal el hecho de interactuar con animales les resulta menos intimidatorio que hacerlo con un adulto u otro niño ante los que se pueden sentir juzgados.

La equinoterapia o delfinoterapia es especialmente recomendable para niños con discapacidad. El contacto con estos animales grandes aporta unas sensaciones físicas que difícilmente se alcanzan de otra manera.

¿Cuáles son las ventajas?

Los niños proyectan en el animal su manera de relacionarse con otros, sin miedo a ser juzgados. Es una manera fácil de acceder a su modo de interacción. Así mismo, se fijan en cómo nosotros, los terapeutas, tratamos a los animales y deducen cómo van a ser tratados ellos.

A través de la relación con el animal moldeamos comportamientos afectivos: lo que el animal se deja hacer y lo que no; cómo le tratamos y cómo responde; distintas formas de acercarse o de crear vínculo, etc.

Podemos acercarnos a temáticas complejas que resultan difíciles de hablar en primera persona: el perro fue abandonado, lo adoptaron, su mamá murió…

Y suponen un elemento lúdico en la terapia.

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