La resiliencia infantil: una consecuencia de los buenos tratos a los niños y niñas y a los adolescentes

Diferentes investigaciones señalan que algunos niños, niñas y adolescentes resisten mejor las adversidades, la enfermedad e incluso contextos dañinos o malos tratos. Este fenómeno se conoce como resiliencia, esto es, “la capacidad de una persona o grupo para desarrollarse bien, para seguir proyectándose en el futuro, a pesar de los acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves” (Manciaux, M., Vanistendael, S, Lecomte, J. y Cyrulnik, B., 2003).

 

La resiliencia infantil tiene que ver sobre todo con los vínculos afectivos que los adultos son capaces de ofrecerles a través del proceso del apego. La resiliencia no es algo innato y que solo unos pocos tienen la fortuna de nacer con ella, sino que emerge de la relación del niño o niña con su entorno, el entorno humano, lo que convierte a este fenómeno en un proceso y no en una respuesta inmediata a la adversidad.

 

Las fuentes de la resiliencia infantil, según el modelo ecosistémico, proceden de:

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La motivación en el aula

La motivación en clase es un factor que influye en muchos aspectos de la vida nuestros hijos. Más allá de simplemente afectar al desempeño académico, la motivación en clase tiene un impacto profundo en la capacidad atencional, las relaciones interpersonales, el desarrollo psicológico y la autoestima de nuestros hijos.

Los estudiantes motivados muestran un mayor compromiso, participación y un deseo de superación. Esto se traduce en un mejor desempeño académico. La motivación está estrechamente relacionada con la capacidad de prestar atención. Los estudiantes motivados tienden a estar más concentrados en clase. Los estudiantes motivados a menudo muestran un mayor interés en la colaboración y la participación en actividades grupales, lo que puede fortalecer las relaciones interpersonales.

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Los terrores nocturnos en los niños: qué son y cómo podemos ayudarles.

¿Qué son y qué caracteriza los terrores nocturnos?

Los terrores nocturnos son trastornos del sueño que afectan principalmente a niños, aunque también pueden ocurrir en adultos. Estos episodios se caracterizan por despertares bruscos y aterradores durante la noche, acompañados de una gran agitación y angustia.

Los terrores nocturnos suelen aparecer durante la primera mitad de la noche, en general alrededor de las dos o tres primeras horas de descanso.

Como se ha mencionado anteriormente, es frecuente que los terrores ocurran acompañados de una gran angustia caracterizada por gritos y/o llanto incontrolado. Esta angustia no responde a los intentos de consuelo de otras personas.

A menudo, se suelen confundir las pesadillas con los terrores nocturnos. Una de las características que marca la diferencia es la falta de conciencia presente en los terrores nocturnos. Las personas que los sufren no recuerdan nada del episodio al despertar; llegando a conciliar el sueño de nuevo de forma rápida (no siempre).

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Autoestima y Adolescencia: cómo desarrollar una autoestima alta y positiva.

La manera en que la sociedad ve al individuo influye en la manera cómo este se ve a él mismo y debido a esto la familia, los amigos y profesores tienen un gran impacto en el desarrollo de la autoestima.

El periodo que se considera de gran importancia para la formación de la autoestima es la  adolescencia (de los 12 a 19 años de edad aproximadamente), no obstante, es una etapa en donde se es más propenso a experimentar una disminución de ésta. En la adolescencia se viven nuevas experiencias que en ocasiones pueden ser estresantes: sube la carga académica, gana mucha importancia el grupo de iguales, se busca la independencia y separación de los padres, intentos por definir la identidad, primeros intereses sexuales, entre otros. La visión que cada adolescente tiene de sí mismo se ve desafiada al igual que su estabilidad emocional, lo que ocasiona que la autoestima sufra fluctuaciones más o menos significativas.

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Autoestima y Adolescencia: Forjando conceptos

En los últimos años, muchos expertos han llegado a reconocer la autoestima como una necesidad humana ya que hace una contribución esencial al proceso de la vida siendo indispensable para el desarrollo normal y saludable de los individuos.

Pero ¿qué es la autoestima? Si tuviésemos que resumirla en una frase, ésta sería: La valoración de uno mismo como persona. Es decir, la autoestima es cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo nos ven los demás en las distintas áreas de nuestra vida. Esta valoración es dinámica, y cambia según distintos factores que interactúan entre sí, no se nace con autoestima sino que va surgiendo y creciendo a lo largo de la vida del individuo, desarrollándose con las experiencias y reacciones de los demás.

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Mitos y realidades del suicidio adolescente

El suicidio es la principal causa de muerte no natural en nuestro país (Observatorio del Suicidio en España, 2017). La conducta suicida es más que quitarse la vida (suicidio consumado), por ello, se plantea como un continuo cuyos polos son bienestar-suicidio consumado y en las posiciones intermedias encontramos la tentativa, ideas de muerte, planificación, etc.

Centrándonos en la etapa de la adolescencia, la prevalencia de la ideación suicida gira en torno al 32% y los intentos de suicidio alrededor del 4% (Bousoño et al., 2017; Carli et al., 2014). Estas cifras son muy altas, estimándose que por cada 20 tentativas de suicidio una persona realiza el suicidio consumado. Por tanto, aproximadamente un 2,5% de la población al menos realizará un intento de suicidio a lo largo de su vida (Borges et al., 2010).

En este artículo, queremos hablar de los mitos que hay alrededor de esta conducta. Pero previamente, nos gustaría repasar la importancia de algunos factores.

Factores protectores.

Disminuyen la probabilidad de aparición de los pensamientos y/o intentos de suicidio. Dentro de estos factores podemos encontrar

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El crítico interno.

En muchas ocasiones, nos sentimos mal y no conseguimos avanzar en nuestros propósitos porque surge dentro de mi una voz que me dice cosas como: «no puedo», «no valgo», «soy tonto». Es lo que llamamo el crítico interno pero para entender cómo se forma, debemos saber que todos en nuestro interior llevamos a cabo un diálogo interno.

¿Qué es el diálogo interno?

Se trata de la forma en la que hablamos con nosotros mismos. Para algunas personas sería un monólogo constante que comenta todo aquello que hacen, mientras para otras únicamente aparece en momentos específicos.

El diálogo interno puede ser alegre y de apoyo, con mensajes que se centran en cómo podemos prosperar y que nos proporcionan motivación para alcanzar objetivos. Conduce a ampliar nuestra visión de las circunstancias que nos rodean y buscar oportunidades. Reconoce y aborda directamente nuestras dudas y temores, promoviendo nuestro bienestar, felicidad y éxito. Consigue calmar temores y refuerza la confianza.

No obstante, este discurso también puede ser negativo, contraproducente y muy dañino hacia uno mismo,

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¿Qué es la asertividad y por qué la necesitamos?

En uno de nuestros posts más recientes, hablamos del significado de la presión de grupo y dimos algunos consejos para afrontarla. En este post, nos centramos en los distintos estilos de comunicación que existen y cuál puede ayudarnos más a la hora de desenvolvernos en situaciones sociales complejas.

Los seres humanos necesitamos desarrollar habilidades sociales para afrontar el día a día. Éstas constan del lenguaje no verbal (contacto visual, sonrisa, tono de voz, cercanía física…) y el lenguaje verbal, que comprende tres estilos de comunicación situados en un continuo: pasividad, asertividad y agresividad. Encontrarnos en un punto u otro de este continuo tendrá un efecto determinado en las personas que nos rodean, en la opinión que tenemos sobre nosotros mismos y en la consecución de nuestras metas.

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¿Qué es la presión de grupo y cómo afrontarla?

La presión de grupo es la influencia que ejerce sobre nosotros la mayoría, capaz de modificar nuestros pensamientos, sentimientos y conducta (en adolescentes, la más llamativa se da en el círculo de amistades). Cuando estamos con nuestro grupo de amigos, nos fijamos en las actitudes que adoptan ante las distintas situaciones para confirmar si una conducta es legítima o ilegítima. Por ejemplo, si alguien en clase viste distinto y oímos cómo nuestros compañeros le critican, ya nos estamos haciendo a la idea de que ese tipo de ropa es percibida como incorrecta por nuestro grupo, y será más probable que al día siguiente no la escojamos para ir a clase.

¿Cómo surge?

Esta conducta no es exclusiva en adolescentes, sino que nos acompaña a lo largo de toda la vida, pues viene de la necesidad que tenemos los seres humanos de adaptarnos a la norma para favorecer la cohesión social y evitar la censura, el ridículo y la desaprobación por parte de nuestros iguales. Sin embargo, adaptarse a las actitudes y conductas del grupo de referencia puede ser peligroso, pues tendemos a comportarnos según se nos pide (directa o indirectamente) sin pensar primero en la naturaleza de ese acto ni en sus consecuencias para otros individuos. Así mismo, tendemos a trasladar la responsabilidad personal al grupo, ya que actuamos como parte de él.

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Detección y prevención de la depresión infantil

La salud de nuestros hijos es una prioridad para los padres, y al igual que existen ciertas enfermedades físicas que son comunes en los más pequeños y a las que estamos al tanto cuando apreciamos algún síntoma, en la salud mental debería ocurrir lo mismo. Hoy vamos a escribir sobre la depresión infantil, debido a que es una de las patologías más comunes en niños.

Unos indicadores de que nuestros hijos podrían estar sufriendo depresión infantil sería apreciar:

  • Anhedonia (que no disfrute o le interese con lo que antes sí que disfrutaba)
  • Disforia (sentimiento desagradable relacionado con un estado anímico bajo)
  • Irritabilidad
  • Problemas de peso y apetito
  • Fatiga
  • Agitación o retraso motor (es decir, los hitos evolutivos que presumiblemente deberían haberse adquirido no lo han hecho o lo hacen de forma anómala)
  • Sentimientos de culpabilidad
  • Problemas de concentración
  • Pensamientos sobre la muerte o el suicidio

La depresión también se puede manifestar en edades más tempranas aunque la manera de expresarse sí que es algo distinta; entre los 6-18 meses de vida, se puede observar con: lloros, pérdida de peso, retraimiento, insomnio, proclividad a contraer enfermedades, enlentecimiento motor o inexpresividad.

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