Es habitual que los adultos nos encontremos en una situación complicada al tener que comunicar la muerte de un ser querido a nuestros hijos. Tendemos a no hablar de la muerte con los niños para protegerles de ese daño cuando ocultándoles esta información les hacemos aún más daño y les obligamos a buscar en sí mismos las respuestas a una situación que ellos también están viviendo. En realidad es mejor acompañarlos en ella apoyando y guiando su dolor y sus miedos. Ellos vivirán la situación igualmente, pero si ocultamos esta noticia, tendrán que enfrentarse sin información, sin apoyo, sin nadie que escuche sus dudas y preocupaciones, influyendo de manera que su sensación de soledad, sus miedos e inseguridades aumenten. Hablar de las emociones, del dolor, de la pérdida como parte de la vida es primordial para convertirse en adultos emocionalmente sanos. En cambio, si ocultamos con la finalidad de que el dolor no se manifieste, impediremos una gestión emocional saludable.
Inteligencia Emocional
Autoestima y Adolescencia: cómo desarrollar una autoestima alta y positiva.
La manera en que la sociedad ve al individuo influye en la manera cómo este se ve a él mismo y debido a esto la familia, los amigos y profesores tienen un gran impacto en el desarrollo de la autoestima.
El periodo que se considera de gran importancia para la formación de la autoestima es la adolescencia (de los 12 a 19 años de edad aproximadamente), no obstante, es una etapa en donde se es más propenso a experimentar una disminución de ésta. En la adolescencia se viven nuevas experiencias que en ocasiones pueden ser estresantes: sube la carga académica, gana mucha importancia el grupo de iguales, se busca la independencia y separación de los padres, intentos por definir la identidad, primeros intereses sexuales, entre otros. La visión que cada adolescente tiene de sí mismo se ve desafiada al igual que su estabilidad emocional, lo que ocasiona que la autoestima sufra fluctuaciones más o menos significativas.
Autoestima y Adolescencia: Forjando conceptos
En los últimos años, muchos expertos han llegado a reconocer la autoestima como una necesidad humana ya que hace una contribución esencial al proceso de la vida siendo indispensable para el desarrollo normal y saludable de los individuos.
Pero ¿qué es la autoestima? Si tuviésemos que resumirla en una frase, ésta sería: La valoración de uno mismo como persona. Es decir, la autoestima es cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo nos ven los demás en las distintas áreas de nuestra vida. Esta valoración es dinámica, y cambia según distintos factores que interactúan entre sí, no se nace con autoestima sino que va surgiendo y creciendo a lo largo de la vida del individuo, desarrollándose con las experiencias y reacciones de los demás.
¿Cómo trabajar la frustración en la infancia?
La frustración hace referencia a un sentimiento que surge cuando no logramos conseguir nuestros deseos; y generalmente los niños suelen responder ante él con expresiones de ira o ansiedad, aunque también pueden presentarse respuestas físicas.
Los niños cuando son pequeños quieren todo y lo quieren ya, no saben esperar. Por ello, cuando no les damos lo que quieren se enfadan, lloran, tienen rabietas; en definitiva, se frustran.
Para lograr un buen manejo y tolerancia hacia la frustración, es importante enseñarles desde pequeños, ya que gran medida depende de lo que hagan los padres. Para ello, hay que tener en cuenta y ser consciente de que si siempre que quiere algo lo consigue y de forma inmediata o le evitamos el sufrimiento a nuestro pequeño, no le estaremos enseñando a manejar sus emociones ni sus conductas.
¿Qué es la asertividad y por qué la necesitamos?
En uno de nuestros posts más recientes, hablamos del significado de la presión de grupo y dimos algunos consejos para afrontarla. En este post, nos centramos en los distintos estilos de comunicación que existen y cuál puede ayudarnos más a la hora de desenvolvernos en situaciones sociales complejas.
Los seres humanos necesitamos desarrollar habilidades sociales para afrontar el día a día. Éstas constan del lenguaje no verbal (contacto visual, sonrisa, tono de voz, cercanía física…) y el lenguaje verbal, que comprende tres estilos de comunicación situados en un continuo: pasividad, asertividad y agresividad. Encontrarnos en un punto u otro de este continuo tendrá un efecto determinado en las personas que nos rodean, en la opinión que tenemos sobre nosotros mismos y en la consecución de nuestras metas.

¿Qué es la presión de grupo y cómo afrontarla?
La presión de grupo es la influencia que ejerce sobre nosotros la mayoría, capaz de modificar nuestros pensamientos, sentimientos y conducta (en adolescentes, la más llamativa se da en el círculo de amistades). Cuando estamos con nuestro grupo de amigos, nos fijamos en las actitudes que adoptan ante las distintas situaciones para confirmar si una conducta es legítima o ilegítima. Por ejemplo, si alguien en clase viste distinto y oímos cómo nuestros compañeros le critican, ya nos estamos haciendo a la idea de que ese tipo de ropa es percibida como incorrecta por nuestro grupo, y será más probable que al día siguiente no la escojamos para ir a clase.
¿Cómo surge?
Esta conducta no es exclusiva en adolescentes, sino que nos acompaña a lo largo de toda la vida, pues viene de la necesidad que tenemos los seres humanos de adaptarnos a la norma para favorecer la cohesión social y evitar la censura, el ridículo y la desaprobación por parte de nuestros iguales. Sin embargo, adaptarse a las actitudes y conductas del grupo de referencia puede ser peligroso, pues tendemos a comportarnos según se nos pide (directa o indirectamente) sin pensar primero en la naturaleza de ese acto ni en sus consecuencias para otros individuos. Así mismo, tendemos a trasladar la responsabilidad personal al grupo, ya que actuamos como parte de él.
El juego de conocerse
Los talleres están enfocados desde un punto de vista práctico para que los niños vivencien fenómenos como la escucha o la confianza; jueguen con la comunicación no verbal; experimenten una sana autoestima o desarrollen la creatividad.
Este libro ofrece una herramienta de trabajo práctica orientada a padres, educadores, terapeutas infantiles, familiares y todos aquellos que desarrollan actividades con niños. Proporciona un método de acercamiento al autoconocimiento mediante la meditación, talleres relacionales, juegos de atención y música.
Estos talleres desarrollan la inteligencia emocional y la conciencia del niño ayudándole a lidiar con los conflictos de la vida de la manera más adecuada. Mediante estas dinámicas ponemos palabra y damos forma a lo que los niños, de una manera inconsciente, ya saben. Orientamos el foco de su atención al desarrollo de aquellas cualidades que potencian su crecimiento ético y espiritual. Sentamos las bases que van a construir su personalidad.
Hablamos con naturalidad de la empatía, simpatía, aceptación, comprensión, transparencia, coherencia. Todo ello como fuente de la confianza necesaria para compartir amorosamente con entusiasmo y fortaleza el viaje de la vida.
¿Qué es la resiliencia y cómo promoverla en los niños?
La resiliencia surge a partir de los esfuerzos por entender las causas de la Psicopatología. Diversos estudios demostraron que existía un grupo de niños que no desarrollaban problemas psicológicos a pesar de las predicciones de los investigadores. La conclusión a la que llegaron fue que estos niños eran de alguna forma “invulnerables”, es decir, que podían resistir la adversidad. A esta invulnerabilidad de estos niños, la llamaron resiliencia, ya que puede ser promovida al contrario que la invulnerabilidad.
Por tanto, podemos llamar resiliencia a la capacidad del ser humano de hacer frente a las adversidades, superarlas e incluso, salir fortalecido de ellas. Se trata de una combinación de factores que permiten a una persona afrontar, superar los problemas de la vida y construir sobre ellos.
Se trata de un concepto muy positivo y esencial para la vida, pero ¿cómo podemos hacer que los niños sean más resilientes?
¿Qué es el temperamento?
Todos hemos oído hablar del temperamento y entendemos que es un concepto que tiene que ver con la personalidad, con la forma de ser de cada uno. El temperamento es algo que se relaciona con las bases biológicas de la personalidad (genética), es algo con lo que nacemos.
Diferentes expertos se han atrevido a hablar acerca del temperamento, y han visto que el temperamento se relaciona con las diferencias individuales, es decir, con las diferencias que hay entre la forma de actuar o de reaccionar de uno y de otro en diferentes situaciones. El temperamento tiene la función de procesar la información que viene del exterior y regular y controlar las conductas. Se podría decir que su función principal es la regulación de las propias conductas, el control sobre ellas y la forma de expresarlas.
Se trata de un término muy amplio que está relacionado con las distintas dimensiones de la conducta, entendidas de manera individual, que surge cuando los niños son pequeños y representa la base de lo que será su futura personalidad. Es relativamente estable en el tiempo, aunque puede verse modificado en sus manifestaciones por la influencia de su entorno, especialmente por medio de las prácticas educacionales de los padres.
En resumen, podemos entender el temperamento como la respuesta a los cambios del entorno (como reaccionamos) incluidas nuestras reacciones corporales (sudores, palpitaciones…), el miedo y la inhibición ante lo nuevo, la impulsividad, el ánimo positivo o negativo, el nivel general de actividad, la atención constante y la autorregulación.
Especial interés tiene la influencia de los estilos educativos en cuanto a la formación del temperamento. Se pueden identificar tres estilos básicos de educación de padres hacia sus hijos:
¿Emociones buenas y emociones malas?
¿Cómo definirías qué es una emoción? Parece un concepto fácil ¿verdad?, pero una vez te paras a reflexionarlo ya no lo es tanto. Lo que sí conocemos casi tod@s es la clasificación popular de las emociones en positivas o negativas, dándoles desde ahí un valor por la propia connotación de la palabra, es como si unas fueran las emociones buenas y otras las malas, y la verdad es que las emociones que consideramos como negativas son tan positivas como las propias emociones positivas, ya que, todas tienen una función adaptativa muy importante.
Las emociones se dividen por un lado en las emociones básicas, aquellas innatas con las que nacemos y son: el asco, el miedo, la tristeza, la rabia, la alegría y algunos autores incluyen la sorpresa, por otro lado están las emociones sociales que son las que vamos adquiriendo conforme vamos creciendo y son algo más complejas que las básicas, por ejemplo: los celos, la envidia, la impaciencia, la confusión, el anhelo, el antojo, la culpa, la vergüenza…
Las “emociones negativas” nos informan de que algo nos está haciendo daño, son una señal de que necesitamos un cambio, nos dicen que algo estamos haciendo mal. Quizás, una mejor clasificación podría ser de emociones agradables y desagradables, siendo ambas necesarias, ya que cuanto más desagradable mas atención debemos prestarle para poder responder ante ella.