“La primera vez que vi a mi bebé tras su inesperado y temprano nacimiento fue una experiencia impactante y sobrecogedora para mí: en la incubadora, lleno de cables por todas partes, rodeado de máquinas y aparatos múltiples… Mi hijo nació con 34 semanas de gestación y 2 100 gramos de peso. Su aspecto era frágil, vulnerable. Su piel era muy brillante y tan fina que a través de ella podían verse las venas, por lo que su color era rojizo o, a veces, violáceo. Todo su cuerpo estaba cubierto por un cabello fino y abundante llamado lanugo. Su cabeza era desproporcionadamente grande en comparación con el tamaño del cuerpo y sus piernas y brazos, largos y extremadamente delgados, sin apenas grasa sobre los huesos. Su pene era muy pequeño y aún no le habías descendido los testículos a las bolsas.
Bebés
Signos de alarma entre los 0 y los 3 años
Por Virginia Miramón
Cierta es la expresión de que los bebés no vienen al mundo con “manual de instrucciones”. A partir del segundo hijo y posteriores, los padres ya contamos en nuestro haber con la experiencia del primogénito, pero cuando somos primerizos suelen ser constantes las dudas que nos asaltan sobre el desarrollo de nuestro bebé, fundamentalmente por desconocimiento, falta de referencia e inexperiencia: “¿Son normales las conductas que realiza nuestro hijo a su edad? ¿Va alcanzando lo esperado o hay algo que debería llevar a cabo a su edad y que aún no hace? ¿Habrá algún tipo de retraso o desviación en su desarrollo con respecto a la normalidad?”,… entre otros muchos interrogantes.
La lactancia materna exclusiva durante, al menos, 6 meses protege a los niños contra las infecciones comunes.
Siempre se ha hablado del elevado número de beneficios que aporta la lactancia materna en comparación con la alimentación a base de biberón. Es conocido que la leche materna tiene las vitaminas, grasas y proteínas que necesita el bebé en su justa medida, está siempre disponible, no se echa a perder, ayuda a generar un buen vínculo emocional madre-hijo y aporta defensas al bebé.
Jugar con nuestro bebé
Como padres siempre buscamos lo mejor para nuestros hijos y les educamos de la manera que creemos más adecuada. Esta es la mejor forma en la que se puede educar, sin lugar a dudas. Ahora bien, como niños, nuestros hijos tienen una serie de necesidades que cubrir y nos necesitan para ello, sobre todo al inicio de su vida. Una de las principales necesidades, aparte de las básicas de supervivencia -comer o dormir- es la necesidad de jugar. A través del juego les damos a nuestros hijos cariño, afecto, les ayudamos a construir un vínculo, a moverse en el mundo tanto a nivel físico como social. Jugando, los niños adquieren una serie de habilidades básicas con las que manejarse en su día a día. Si nos fijamos en los cachorros de otras especies vemos que jugando aprenden conductas que les son fundamentales para la vida: se asean, cazan, se protegen, etc.