¡Qué difícil es no saber hablar!

Cualquiera que tenga niños cerca habrá experimentado la frustración que implica no saber qué le sucede. Puede que tenga hambre, sueño, sed…pero no sabe comunicarlo. Sucede con un bebé que todavía no sabe hablar, con un niño adoptado que no conoce nuestro idioma o con un niño discapacitado que tarda en adquirir el lenguaje.

Con los bebés es lógico pasar por una etapa en la que no saben expresarse y las madres se las ingenian para interpretar todo tipo de signos que les den una pista sobre qué es lo que su hijo necesita. Es más, esta frustración por no poder comunicarse ayuda a que poco a poco vayan adquiriendo lenguaje.

Sin embargo, ¿qué sucede con aquellos niños que presentan un retraso en la adquisición del lenguaje? La frustración, al principio ligera, que les anima a tratar de comunicarse va aumentando a medida que crecen y no obtienen resultados en su comunicación. Llegará un momento entonces en el que tiran la toalla y apenas inician contantos comunicativos, salvo en caso de necesidad imperiosa. Esto es lo que le sucede a muchos niños con discapacidad: autismo, síndrome de Down, parálisis cerebral, etc.

Cuando estos niños van adquiriendo lenguaje, muchas veces tras años y años de tratamiento y esfuerzo de los padres y del propio niño, ambos se sienten liberados de poder comunicarse y el clima en la relación familiar mejora notablemente.

Recientemente, la Fundación CNSE Para la Supresión de las Barreras de Comunicación ha editado una guía que enseña a los adultos a comunicarse con los bebés por signos. Se trata de un programa especialmente orientado a niños sordos pero no sólo a ellos. De la utilización de signos se pueden beneficiar muchos otros niños que ven frustrados sus intentos de comunicación y que, debido a ello, se encierran cada vez más en su mundo.

Existe una gran controversia en cuanto a la idoneidad de enseñar signos a niños oyentes con problemas en el lenguaje. Los detractores de esta opción argumentan que una vez que el niño aprende a comunicarse por signos, pierde interés en hacerlo de otra manera. Sin embargo, sin ser necesario enseñar «lengua de signos», el uso de herramientas de apoyo a la comunicación puede ser muy positivo.

En este caso en concreto, con esta guía lo que se propone es el uso de signos cotidianos para que los niños puedan comunicar necesidades básicas y así compatibilizar el uso de la lengua de signos y la oral beneficiándose de ambas.

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