“La primera vez que vi a mi bebé tras su inesperado y temprano nacimiento fue una experiencia impactante y sobrecogedora para mí: en la incubadora, lleno de cables por todas partes, rodeado de máquinas y aparatos múltiples… Mi hijo nació con 34 semanas de gestación y 2 100 gramos de peso. Su aspecto era frágil, vulnerable. Su piel era muy brillante y tan fina que a través de ella podían verse las venas, por lo que su color era rojizo o, a veces, violáceo. Todo su cuerpo estaba cubierto por un cabello fino y abundante llamado lanugo. Su cabeza era desproporcionadamente grande en comparación con el tamaño del cuerpo y sus piernas y brazos, largos y extremadamente delgados, sin apenas grasa sobre los huesos. Su pene era muy pequeño y aún no le habías descendido los testículos a las bolsas.
Además, su tono muscular era muy bajo, apenas se movía y, cuando lo hacía, era con movimientos bruscos a modo de sacudidas o sobresaltos”.
Éste podría ser el testimonio real de la mamá de uno de los cada vez más numerosos niños prematuros o pretérmino, esto es, bebés nacidos antes de las 37 semanas de gestación (cuando lo normal es que el parto se produzca entre las semanas 37 y 42, “a término”) y/o con un peso inferior a 2 500 gramos. Dentro de ellos se encuentran también los “grandes prematuros”, que nacen antes de las 32 semanas y/o pesan menos de 1 500 gramos.
Posibles dificultades
Es importante tener presente que en las últimas ocho semanas de embarazo el feto experimenta su mayor crecimiento. Durante este periodo, también se completa la maduración de todos sus sistemas (nervioso, respiratorio, digestivo, inmunológico, control de temperatura,..) y órganos, lo que garantizará su autonomía fuera del útero materno.
Esta inmadurez con la que nacen los niños prematuros hace que sean más vulnerables a las enfermedades y presenten una mayor sensibilidad a los agentes externos (luz, ruido,…). Así, es frecuente que tengan dificultades para controlar su temperatura, la respiración y la alimentación. Los riesgos se incrementan, claro está, cuanto más prematuro es el niño y pueden derivar en trastornos del desarrollo motor, del crecimiento, del comportamiento, psíquicos, sensoriales,…
En último término, hay que tener en cuenta que no todos los niños prematuros van a presentar los mismos problemas y que la gravedad de los mismos está en relación a la edad gestacional (duración de la gestación en semanas).
Aumento de la prematuridad
Pese a los numerosos avances que se han producido en el cuidado neonatal que mejoran la supervivencia y las expectativas de los niños, no se ha podido frenar el número de partos prematuros. Más bien al contrario, se ha observado un incremento de los mismos: en la actualidad, entre el 8-10 % de los bebés que nacen anualmente en los países desarrollados como el nuestro, lo hacen antes de concluir la gestación completa.
Las posibilidades de que un bebé pretérmino sobreviva dependen de varios factores: entre ellos el más importante es la edad gestacional, puesto que determina la madurez de los órganos, pero también influyen el peso al nacer y la presencia o no de problemas de salud graves (cardíacos, respiratorios, infecciosos, malformativos,…).
Pese a las dificultades, el límite va ampliándose cada vez más, de manera que actualmente se considera viable un recién nacido de 23/24 semanas en adelante.
¿A qué es debido?
En realidad, se desconoce la causa que explique por qué algunos niños nacen a pretérmino, aunque sí que existen ciertos factores de riesgo que se relacionan con una mayor probabilidad de parto prematuro como la edad de la madre (menor de 18 años o mayor de 35), las técnicas de reproducción asistida asociadas a embarazos múltiples, malformaciones fetales, anomalías de la placenta, situaciones de estrés físico o psicológico,… Aún así, muchos de los niños que nacen prematuramente no presentan ninguno de estos antecedentes.
¿Qué hacer?
Dos elementos fundamentales, además de la inmediata atención y cuidados médicos, para la prevención, restablecimiento o mejora de las posibles alteraciones en el desarrollo de estos niños son el diagnóstico precoz de las mismas y la atención temprana.
Aún así, la mayoría de ellos tienen una vida normalizada y es pequeña la proporción de niños que requiere ayuda educativa u orientación por problemas de conducta.
“…Son unos luchadores natos, más fuertes de lo que quizás podamos llegar a imaginar… Con más o menos dificultades luchan con uñas y dientes para aferrarse a la vida. Son, en definitiva, admirables…”