La relación que se establece entre los hijos y las personas encargadas de su cuidado es un vínculo afectivo muy especial. Se trata de una relación necesaria para los niños (casi podríamos decir que esencial para su supervivencia) que marcará el carácter del niño y el tipo de relaciones que establezca con el resto de personas emocionalmente significativas durante toda su vida.
Padres
Mi bebé es prematuro
“La primera vez que vi a mi bebé tras su inesperado y temprano nacimiento fue una experiencia impactante y sobrecogedora para mí: en la incubadora, lleno de cables por todas partes, rodeado de máquinas y aparatos múltiples… Mi hijo nació con 34 semanas de gestación y 2 100 gramos de peso. Su aspecto era frágil, vulnerable. Su piel era muy brillante y tan fina que a través de ella podían verse las venas, por lo que su color era rojizo o, a veces, violáceo. Todo su cuerpo estaba cubierto por un cabello fino y abundante llamado lanugo. Su cabeza era desproporcionadamente grande en comparación con el tamaño del cuerpo y sus piernas y brazos, largos y extremadamente delgados, sin apenas grasa sobre los huesos. Su pene era muy pequeño y aún no le habías descendido los testículos a las bolsas.
Los niños son más vulnerables que los adultos a presentar secuelas psicológicas en caso de exposición a un desastre*.
Al hilo de los recientes acontecimientos ocurridos en Japón tras el terremoto, posterior tsunami y la alerta nuclear, el Dr. Robert L. Findling, profesor de psiquiatría y pediatría de la Case Western Reserve University de Estados Unidos, ha realizado una valoración sobre las secuelas psicológicas que se presentan en niños expuestos a desastres.
Lo más relevante es que los niños que han estado expuestos a un desastre presentan un alto riesgo de padecer distrés emocional como respuesta a los sucesos. Las dificultades más frecuentemente observadas en los niños tras los sucesos son reacciones de estrés agudo, trastorno de estrés postraumático y depresión.
El número de familiares afectados por un trastorno de ansiedad específico influye en el riesgo de que un niño de la familia padezca ese mismo trastorno.
En un estudio preliminar presentado en la Conferencia Anual de la Sociedad Americana de Trastornos de Ansiedad* se pone de manifiesto una relación lineal entre el número de miembros de una familia afectados por un trastorno de ansiedad específico y el riesgo de que algún niño de dicho sistema familiar presente el mismo trastorno. Es decir, a mayor número de familiares aquejados, mayor es también el riesgo para los niños.
Hasta ahora, los estudios sobre el tema arrojaban resultados a favor de un mayor riesgo de padecer trastornos de ansiedad en aquellos niños que tenían algún familiar con trastorno ansioso, sin especificar datos más allá. Parece que esta relación cualitativa está bastante respaldada. Sin embargo, este estudio ahonda además en la relación cuantitativa, lo que significa que el número de personas afectadas en el entorno familiar también influye (y no sólo si hay afectación o no).
Los episodios depresivos de los padres pueden afectar negativamente a los hijos.
Según un estudio de la Universidad de Columbia y el Instituto de Psiquiatría de la Ciudad de Nueva York (*), la remisión de la depresión en las madres mejora la sintomatología psiquiátrica y conductual de sus hijos en edad escolar. Según parece los hijos de mamás depresivas que presentan problemas psiquiátricos (como puede ser una depresión infantil) o trastornos de conducta (mal comportamiento, oposicionismo, etc.) mejoran al mejorar los síntomas depresivos de su madre. Tener una figura de apego primaria que presente depresión, ansiedad, abuso de sustancias o esté traumatizada puede desencadenar problemas en los niños.
Menores de familias acomodadas ingresan en centros tutelados por omisión del deber paterno*.
Tradicionalmente el perfil de los niños que ingresaban en pisos tutelados por la administración respondía al de hijos de familias desestructuradas: uno o ambos progenitores en prisión, padres parados con escasos medios de subsistencia, hijos de toxicómanos, etc.
Sin embargo, según un artículo publicado por Joaquina Prades en El País Semanal, aumenta la presencia de otro tipo de niños que quedan bajo la tutela de Servicios Sociales. Se trata de niños de familias acomodadas, de clase media o media alta a quienes no les falta nada material: acuden a colegios privados, de prestigio, tienen móviles de última generación, internet con las mayores comodidades, ropa de marca,… y, sin embargo, sus padres no les dedican tiempo.
La deficiencia de determinados nutrientes en la dieta de la madre durante el embarazo puede estar asociada al desarrollo de alergias o asma en los niños*.
En un estudio publicado el 27 de diciembre en el Journal of Allergy and Clinical Immunology los investigadores realizaron una revisión de 62 estudios que ahondaban en la relación entre la dieta de las embarazadas y el riesgo de alergia y asma en sus hijos, encontrando que el zinc, la vitamina A, D y E así como las frutas y verduras ingeridas durante el embarazo parecían tener un efecto protector sobre los problemas respiratorios de sus bebés.
Un sueño nocturno escaso en etapas tempranas de la vida aumenta el riesgo de obesidad durante la infancia y adolescencia.
Según un estudio publicado en el número de septiembre de los “archivos de medicina pediátrica y adolescente”* un tiempo de sueño nocturno más corto de lo habitual se convierte en un factor de riesgo para presentar obesidad subsecuente a lo largo de la infancia y la adolescencia.
En el estudio participaron 1930 niños de edades comprendidas entre los 0 y los 13 años en el momento de la primera toma de datos, en 1997. La segunda recogida de datos se realizó en 2002. El estudio arroja varios resultados. En principio, se recogió tanto el tiempo de sueño diurno como nocturno. La valoración de “tiempo de sueño escaso” se refiere a un tiempo de sueño inferior a lo que duerme el 75% de la población de la misma edad.