«Mamá, esto no me gusta», «Ana me ha pegado»… Seguro que tanto si tenemos hijos como si no, hemos tenido que intervenir en alguna situación donde un niño pequeño se ponía a llorar porque sus padres no estaban o dos niños no tan pequeños se pegaban y no hemos sabido qué hacer.
Lo cierto es que los niños tienen emociones y, al contrario de los adultos, no saben ni quieren ocultarlas. Ni siquiera saben nombrarlas o manejarlas. Somos los adultos: padres o educadores los que tenemos que intervenir. Pero… ¿cómo? ¿Cómo educar las emociones? No es una pregunta trivial. De hecho, los adultos nos damos cuenta que el manejo de las emociones es una de las cosas que más nos afecta en nuestro día a día: no sabemos qué hacer con un jefe díscolo o cómo llevarnos mejor con los colegas del trabajo para no pasarlo mal y los problemas de pareja son una de las causas principales de malestar. Por debajo de todas estas situaciones están nuestro amplio abanico de emociones y cómo nosotros nos manejamos con ellas.