¿Cómo fortalecer el vínculo con nuestros hijos e hijas?

El interés por el apego comienza a principios del siglo pasado cuando Harlow, investigando el aprendizaje en macacos, se dio cuenta que, al separarlos prematuramente de sus madres, éstos presentaban problemas psicológicos como agresividad, apatía o aislamiento. Continuando con los estudios, se dio cuenta que éstos preferían pasar la noche con una “madre de fieltro” en lugar de una figura metálica que les proporcionaba comida a pesar de tener hambre. En otras palabras, parece ser que existe una tendencia innata a vincularnos para sentirnos protegidos que prima sobre otras necesidades.

Generalmente, se usa el concepto apego para hacer referencia al afecto, la devoción o la estima que se siente hacia una persona o cosa. Sin embargo, en psicología, se alude a un vínculo afectivo intenso que se establece hacia las personas de referencia y que perdura en el tiempo. Se trata de una necesidad como respirar o comer, y una buena vinculación va a asentar la visión del mundo y la forma de relacionarse con él de nuestros pequeños.

Durante la infancia, los niños y las niñas deben interiorizar en poco tiempo todo aquello que les permitirá manejarse por el mundo y el desarrollo de un buen apego es igual de importante como aprender a leer o multiplicar. Está demostrado que antes, durante y después del parto el establecimiento del vínculo ya se ha puesto en marcha y que las caricias y el contacto corporal van a intervenir en el desarrollo del cerebro.

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