Ojo, ¡no de manera irremediable! Los partos que son largos y se complican suelen dejar una huella emocional en aquellos niños que llegan de esta manera al mundo. No para siempre y de manera imborrable, claro está. Pero en ocasiones, como padres, tendemos a desdeñar la importancia de este acontecimiento.
Recuerdo una mamá de tres que me comentaba que su hija mediana había sido siempre muy apegada. La niña tenía ya más de 10 años y cuando se iba de campamento siempre lloraba y lo pasaba mal. El caso es que la niña quería ir con los amigos y disfrutar pero una vez que estaba lejos de casa, no era capaz de hablar por teléfono con sus padres sin echarse a llorar como una magdalena. Indagando un poco sobre su historia familiar me encontré con un parto bastante traumático donde posteriormente la madre había tenido que ser ingresada y no había podido estar con su niña en las primeras semanas.
Esa primera sensación de seguridad y protección en los brazos de unos padres que se preocupan por el bienestar de su recién nacido es difícilmente sustituible.
Muchas veces durante el parto y el puerperio se presentan acontecimientos que escapan a nuestro control y que nos ponen en una situación de forzosa separación del recién nacido.