Ojo, ¡no de manera irremediable! Los partos que son largos y se complican suelen dejar una huella emocional en aquellos niños que llegan de esta manera al mundo. No para siempre y de manera imborrable, claro está. Pero en ocasiones, como padres, tendemos a desdeñar la importancia de este acontecimiento.
Recuerdo una mamá de tres que me comentaba que su hija mediana había sido siempre muy apegada. La niña tenía ya más de 10 años y cuando se iba de campamento siempre lloraba y lo pasaba mal. El caso es que la niña quería ir con los amigos y disfrutar pero una vez que estaba lejos de casa, no era capaz de hablar por teléfono con sus padres sin echarse a llorar como una magdalena. Indagando un poco sobre su historia familiar me encontré con un parto bastante traumático donde posteriormente la madre había tenido que ser ingresada y no había podido estar con su niña en las primeras semanas.
Esa primera sensación de seguridad y protección en los brazos de unos padres que se preocupan por el bienestar de su recién nacido es difícilmente sustituible.
Muchas veces durante el parto y el puerperio se presentan acontecimientos que escapan a nuestro control y que nos ponen en una situación de forzosa separación del recién nacido. Los padres a su vez nos consolamos con la coletilla de: «Total, no se entera. No es más que un bebé». Y es verdad que en su memoria consciente no queda nada grabado que pueda expresar con palabras. Pero en su memoria corporal, en la kinestésica, en sus sentidos del tacto, oído y olfato (bastante desarrollados al nacimiento) quedan grabadas sensaciones y percepciones que marcan.
Así es esperable que en estos casos, los niños sean niños más retraídos, miedosos o apegados en exceso. Les acompaña una huella de inseguridad que marca sus relaciones.
¿Qué podemos hacer en estos casos?
Como decía al principio, no está todo perdido ya de por vida. Les podemos ayudar varias maneras.
- Una, entendiendo nosotros el origen de su comportamiento y no pensando que es extraño, raro o poco esperable. Si nosotros comprendemos que es natural que se comporte así después de lo vivido, seremos más empáticos en la respuesta que le podemos ofrecer. Así no le forzaremos a un desapego impuesto, que aprenda a hacer las cosas solo porque sí o porque toca por edad. Tendremos más cuidado y vigilaremos acompañarlo en cada nuevo hito evolutivo que vaya alcanzando.
- Dos, ofreciento una herramienta tan importante como es la palabra y el sentido a su historia. En el momento del parto, el niño no tiene lenguaje para hablar de aquello que ha sucedido pero a medida que crece y se hace mayor, sí adquiere esta capacidad. Le ayudará mucho que le contemos una y otra vez, como si se tratara de un cuento para dormir, qué sucedió cuando él nació. También le gustará ver fotos del momento y poco a poco él podrá explicar a otros y a sí mismo, cómo fue su llegada al mundo. Cuanto más consciente sea de lo que sucedió, más calmará sus miedos.