“La primera vez que vi a mi bebé tras su inesperado y temprano nacimiento fue una experiencia impactante y sobrecogedora para mí: en la incubadora, lleno de cables por todas partes, rodeado de máquinas y aparatos múltiples… Mi hijo nació con 34 semanas de gestación y 2 100 gramos de peso. Su aspecto era frágil, vulnerable. Su piel era muy brillante y tan fina que a través de ella podían verse las venas, por lo que su color era rojizo o, a veces, violáceo. Todo su cuerpo estaba cubierto por un cabello fino y abundante llamado lanugo. Su cabeza era desproporcionadamente grande en comparación con el tamaño del cuerpo y sus piernas y brazos, largos y extremadamente delgados, sin apenas grasa sobre los huesos. Su pene era muy pequeño y aún no le habías descendido los testículos a las bolsas.