Todos somos conscientes de la necesidad de aceptación por parte de los demás, pero en los niños es una necesidad que podríamos considerar casi vital.
Un adulto tiene ya una personalidad formada, conoce (en parte) sus puntos fuertes y sus debilidades y se siente más o menos querido y respetado por sus allegados. También sabe que no es aceptado por otros a lo que no inlcuye en su grupo de amigos cercanos. Pero como adulto sabe aceptar lo que significa no caer bien a todo el mundo y aprender a vivir con ello.
Ahora pongámonos en la piel de un niño que, por definición, todavía no tiene una estructura de personalidad establecida,