Tendemos a pensar que la infancia es una de las etapas “más felices” de la vida, y que los niños son ajenos al malestar, a los cambios y a los estados emocionales desagradables o negativos. Tendemos a creer que sus preocupaciones no son importantes ni relevantes como para crear en ellos un estado de malestar significativo. Sin embargo, la depresión y la ansiedad son trastornos bastantes comunes en la infancia y la adolescencia.
Allí donde los adultos no ponen palabras, las pondrán los niños y, a veces, las palabras y las explicaciones que ellos se dan, para que las cosas que ocurren a su alrededor y dentro de ellos mismos tengan sentido y coherencia, no son las más funcionales y adaptativas, generando en el niño un enorme malestar que se va haciendo más grave a medida que pasa el tiempo y no es tratado adecuadamente.
¿Qué signos nos indican que un niño puede estar sufriendo un estado de depresión?
Desde un punto de vista teórico y aplicado, definir la depresión infantil no es sencillo, puesto que la cognición de niños y adolescentes está en pleno desarrollo, pero no por ello debe de ser obviada, por lo que, en la actualidad, la comunidad científica admite la depresión infantil como un trastorno afectivo similar a la del adulto, pero con ciertas diferencias.