¿Conoces la técnica de la Activación Conductual?

La depresión sigue siendo una de las enfermedades mentales con mayor prevalencia. No solo en adultos, sino en niños. A nivel mundial se estima que el 2% de los niños entre 6 y 12 la sufren y entre 4% y 6% en los de 12 a 14 años.

Una persona que sufre depresión puede mostrar un déficit funcional en las actividades de la vida cotidiana muy evidente: no sale de la cama, lleva dos semanas sin lavarse los dientes, sin ducharse y sin pasar por la cocina para prepararse el desayuno. El modelo socioambiental de la depresión sostiene que ésta viene dada por bajos niveles de refuerzos positivos (estímulos agradables, recompensas placenteras, actividades de disfrute…) y por altos niveles de castigos o estimulación aversiva (sucesos desagradables, conflictos…), y a partir de este modelo se deriva la técnica de Activación Conductual (AC), siendo un tratamiento muy útil y validado empíricamente para la mejora de la depresión, tanto en adultos como en adolescentes, a partir de la promoción de la actividad.

Con una persona en esa situación será necesario trabajar toda la sintomatología depresiva, así como realizar tratamiento desde el abordaje de pensamientos y creencias. Y esto se puede complementar incrementando los niveles de actividad: conseguir que salga de la cama y se haga el desayuno. Es una opción más rápida para conseguir retomar esa funcionalidad de aspectos que, siendo básicos para la persona sana, son muy costosos para personas con un episodio depresivo.

La técnica de la AC se basa en la idea de que la cantidad de actividades que se realizan a lo largo del día, así como los aspectos positivos encontrados en estas actividades, correlacionan positivamente con el estado de ánimo. De este modo, los pasos para la AC serían los siguientes:

  1. Búsqueda de actividades reforzantes. Se van a valorar esas actividades que resulten placenteras para el paciente (actividades que se llevan a cabo en el presente, que resultaron placenteras en el pasado o incluso aquellas que se desean llevar a cabo en el futuro).
  2. Valoración del esfuerzo que supone realizar cada una de estas actividades, ya sea un esfuerzo físico, económico, mental… optando siempre por comenzar por aquellas tareas que supongan el mínimo esfuerzo y el máximo bienestar. El enfoque será siempre desde las aproximaciones sucesivas (se descompone la tarea en pequeñas partes más sencillas, y se va trabajando con cada uno de los pasos, reforzando los logros y pasando al siguiente fragmento de la tarea cuando se consigue desempeñar con éxito el anterior).
  3. Detección de posibles dificultades. Se encontrarán los posibles obstáculos que pueden darse en cada caso, y, en el caso de que la persona no disponga de las herramientas necesarias para afrontar estas dificultades, se realizará un entrenamiento en esas habilidades.
  4. Disfrute de la actividad. Es importante que el paciente se recree en la experiencia de dominio y de control, y que exista una focalización de la atención en los aspectos placenteros de la actividad, y especialmente en aquellos que implican una valoración positiva de los propios recursos y habilidades. Para esto, se utilizan autorregistros en los que se pueden apuntar las actividades diarias de la semana, marcando al final la puntuación del estado de ánimo y señalando aquellos aspectos que más le han gustado de cada actividad. De esta forma será más fácil observar la relación entre estado anímico y activación conductual.
Por Julia González Fernández

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