Detección y prevención de la depresión infantil

La salud de nuestros hijos es una prioridad para los padres, y al igual que existen ciertas enfermedades físicas que son comunes en los más pequeños y a las que estamos al tanto cuando apreciamos algún síntoma, en la salud mental debería ocurrir lo mismo. Hoy vamos a escribir sobre la depresión infantil, debido a que es una de las patologías más comunes en niños.

Unos indicadores de que nuestros hijos podrían estar sufriendo depresión infantil sería apreciar:

  • Anhedonia (que no disfrute o le interese con lo que antes sí que disfrutaba)
  • Disforia (sentimiento desagradable relacionado con un estado anímico bajo)
  • Irritabilidad
  • Problemas de peso y apetito
  • Fatiga
  • Agitación o retraso motor (es decir, los hitos evolutivos que presumiblemente deberían haberse adquirido no lo han hecho o lo hacen de forma anómala)
  • Sentimientos de culpabilidad
  • Problemas de concentración
  • Pensamientos sobre la muerte o el suicidio

La depresión también se puede manifestar en edades más tempranas aunque la manera de expresarse sí que es algo distinta; entre los 6-18 meses de vida, se puede observar con: lloros, pérdida de peso, retraimiento, insomnio, proclividad a contraer enfermedades, enlentecimiento motor o inexpresividad.

El riesgo en estas edades suele estar relacionado también con que la madre haya sufrido depresión postparto, que afecta a la percepción de la madre de su autoeficacia (creencias sobre su capacidad y rendimiento como madre) y, al ser menos positiva e interactuar menos con los bebés, ellos terminan siendo menos reactivos, evitan la mirada y presentan menos habilidades en la interacción con la madre.

En estos casos, sería necesario trabajar de manera profesional con la madre y su depresión, y favorecer la calidad del vínculo parentofilial.

En edades más avanzadas, hay distintas maneras de fomentar la salud mental de nuestros hijos. Controlar su evolución a nivel emocional, establecer unas normas y límites claros, fomentar las actividades físicas y lúdicas y trabajar en su autoconfianza son algunas de ellas. Las describimos a continuación de manera más detallada.

Una manera de prevenir la aparición de la depresión podría ser el preocuparse por cómo van los hijos en la escuela, su relación con otros niños y si son felices. Es decir, aparte de la preocupación por necesidades físicas, también vigilar la salud intelectual, social y emocional. Este “control afectuoso” provee a los hijos de una base sentimental segura, que les permita explorar e interactuar con el mundo externo sin temor.

¡OJO! Ser cariñoso no significa dejarle hacer lo que le apetezca. Que el niño tenga normas adaptadas a su edad y que los padres se encarguen de que se cumplan, también es un factor preventivo de depresión. Como hemos hablado en otros artículos, la seguridad del niño también llega a través de los límites y el conocimiento de lo que va a pasar a continuación, de lo que se puede y no hacer. En definitiva, de no vivir la incertidumbre constante.

Es importante recordar que los padres no solo educan para el hogar, sino para el día a día. Así que otra función parental es promocionar la interacción social con los pares, en busca del respeto, el compartir y la aceptación del otro, siendo nuestra recomendación las actividades físicas y lúdicas. El juego es clave en la infancia.

Para terminar, señalar que las investigaciones recientes determinan que todas aquellas conductas que fomenten su autoconfianza son un factor clave para prevenir la depresión en los niños. Se puede empezar por enseñarle a ser eficaz. Esto se consigue enseñando las lecciones vitales en pequeños pasos para lograr el éxito del aprendizaje. Vigilar que se proponga metas realistas y alcanzables, buscando siempre en la medida de lo posible la diversión en aquello que realiza. Escuchar lo que dice y cómo se siente con ello, y aceptar la posible experiencia del miedo que se siente cuando no se tiene una solución a un problema, convenciéndole de que es un sentimiento normal y generalizado en estas situaciones. Por último, pero no menos importante, alabar los pequeños logros que va consiguiendo en estas metas.

Por Miguel García Espiga

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