Evolutivamente está claro que para los humanos el hecho de experimentar emociones implica un avance con respecto a otra serie de animales que no las tienen. Así en la escala animal, los mamíferos (que poseen una parte en su cerebro que se dedica a las emociones) son animales evolutivamente superiores a los reptiles, por ejemplo (que son dueños de un cerebro mucho más básico).
Sin embargo, a los humanos, muchas veces las emociones nos juegan una mala pasada: no resulta agradable sentir angustia, ni celos, ni tampoco rabia.
Entonces, ¿cuál es el sentido de «sufrir» emociones desagradables?
La clave está en que las emociones en sí, no son buenas ni malas. Todos las tenemos y son increíblemente útiles para nuestra supervivencia. Lo que nos causa contrariedad es la mala gestión que hacemos de nuestras emociones o la interpretación que les damos, muchas veces condicionados por la cultura.