Por Javier de Domingo
Cualquier dolor de vida es fruto de una “desconexión” con uno mismo o con los demás. A menudo entregamos nuestra libertad a:
- Personas: familia, pareja, jefes, amigos
- Entornos: trabajos, amistades dañinas, posición social
- Hábitos tóxicos: alimentación emocional, tabaco, drogas, conductas temerarias
- Ideas sobre lo que debemos hacer, sentir o creer: dogmatismos políticos, sociales o religiosos
Inconscientemente ponemos la autoridad de nuestra vida en elementos externos y así nos desconectamos, sufrimos, nos enfadamos o nos deprimimos. Las personas pasan entonces el tiempo buscando desesperadamente esa “conexión” perdida. El dolor por su ausencia genera angustia e infelicidad. Nos encontramos incapaces de ser aquello para lo que estamos diseñados: un ser humano presente, conectado, consciente, inspirado y decidido.
El Rebirthing nos recuerda aquello que sabemos pero que hemos olvidado.