Es una situación que no queremos pensar y que, como padres, no podemos ni imaginar. Es tan doloroso pensar en ello que tratamos incluso de no hablar sobre el suicidio y menos en menores. Pero pasa. Pasa más a menudo de lo que pensamos. Según las últimas estadísticas es la primera causa de muerte en jóvenes, por delante de los accidentes de tráfico.
¿Por qué una persona decide suicidarse?
Lo habitual es que la persona que se suicida (o lo intenta) no quiere morirse. Normalmente quiere acabar con el sufrimiento y el malestar que siente y no ve otra salida. Intenta de manera infructuosa solucionar lo que le sucede pero al sentir que no mejora y que no alivia su malestar, cada vez ve menos sentido a seguir viviendo de esa manera. El futuro lo ve tan negro que suicidarse le parece un alivio.
¿Cómo detectar ideas suicidas?
Dicen las estadísticas que la mayoría de las personas que se suicidan, lo han hablado con alguien antes. Han comunicado su malestar y su deseo de desaparecer.
Las frases típicas en una situación previa al intento de suicidio, a veces, no incluyen la palabra muerte directamente. En ocasiones suelen ser más frases del tipo:
- No puedo más.
- Estoy cansad@ de todo esto.
- No merece la pena (seguir viviendo).
- No tengo fuerzas para seguir.
- Ya no quiero luchar más.
Hace no mucho me comentaban unos amigos que el hijo de un familiar en edad universitaria se había suicidado y que además lo había hecho sin “tener en consideración cómo se iban a quedar sus padres (de destrozados) después de morirse”. Y es que, una persona que piensa en suicidarse sufre tanto que morirse es un alivio no solo para él sino para quienes le quieren y le rodean ya que siente que es una carga para los suyos.
¿Cómo podemos ayudar a una persona que tiene pensamientos suicidas?
Lo más importante: dejarle hablar libremente y sin juzgar sobre esos deseos o pensamientos. No minimizar o quitar importancia a su sufrimiento. No tratar de distraer su atención para que piense en otra cosa. En resumen, validar su sentimiento.
Podemos hacerlo con frases del tipo: “veo que lo estás pasando mal”, “me doy cuenta de que todo esto es importante para ti”, “noto que estás sufriendo”.
Especialmente en adolescentes tendemos a hacer de menos las situaciones por las que están pasando. Desde nuestra perspectiva de adulto, a veces, creemos que son situaciones de poca importancia o que pasarán con el tiempo. Para un adolescente, que sus amigos le hagan el vacío o que una pareja le haya dejado, puede significar un mundo. Y necesita poder hablarlo con alguien.
Una vez que validamos su emoción, tenemos que reconocer nuestros propios límites. Es posible que nosotros no estemos preparados (casi nadie lo está) para afrontar una situación así o para ayudar a alguien que está pasando por un momento tan duro. Darnos cuenta de eso, nos lleva a buscar ayuda profesional. Y, en estos casos, la terapia ha de combinarse con tratamiento farmacológico porque no debemos infravalorar el malestar o sufrimiento de otro. Con casi total seguridad, tendremos que acudir a más de un profesional a la vez.