Soy terapeuta psicomotriz

Antes de comenzar, me gustaría presentarme: me llamo Virginia. Soy psicomotricista. Y a lo largo de estas líneas quisiera explicar, de una forma breve y sencilla, en qué consiste mi trabajo.

En la actualidad, desempeño mi labor en un gabinete privado, en el que atendemos a personas de cualquier edad. Anteriormente, también trabajé en centros de atención temprana del ámbito público, donde la intervención va dirigida a niños de 0 a 6 años exclusivamente.

En ambos lugares, se trabaja la psicomotricidad en su vertiente terapéutica o clínica que, junto a la EducaciónPsicomotriz que se realiza principalmente en las escuelas, constituyen los dos ámbitos fundamentales en los que se desarrolla la misma.

          ¿Qué es?

En este caso, puede entenderse la Terapia Psicomotriz como una técnica de intervención que, partiendo del cuerpo y el movimiento, actúa sobre el psiquismo o mente para permitir a la persona una mayor y mejor adaptación a su entorno. En ella se trabajan todos los aspectos que conforman el ser humano: motores, intelectuales, comunicativos, emocionales, de relación,… de manera que, partiendo de esta globalidad, va a posibilitar el desarrollo armónico de su personalidad, favoreciendo el adecuado desenvolvimiento de cada uno en el medio en el que vive.

          ¿Para quién?

Va dirigida a personas que presentan cualquier tipo de trastorno, limitación, discapacidad y/o retraso en su desarrollo evolutivo, por lo que entre mis pacientes se encuentran bebés prematuros, con alteraciones de origen genético como el síndrome de Down, niños que muestran inmadurez: que son torpes motrizmente o muestran un retraso en la aparición de su lenguaje;  niños con Trastornos Generalizados del Desarrollo como el autismo, TDAH, adolescentes con problemas de conducta, jóvenes con trastornos alimenticios en los que su imagen corporal está muy deteriorada o adultos que han sufrido accidentes cerebrovasculares.

      ¿Cómo y dónde?

Con ellos trabajo, dependiendo de las características personales de cada uno, de la edad, de sus necesidades, de las áreas u objetivos en los que pretendo incidir,… Se trabaja varios días a la semana de forma individual o en pequeño grupo cuando, por ejemplo, deseo potenciar la comunicación y el lenguaje, la relación social y afectiva entre iguales, la aceptación de normas y la educación en valores como la solidaridad, el compartir,…

Todo dentro de una sala que es un espacio abierto, afectivo y relacional, lúdico, donde mi paciente y yo establecemos un diálogo a nivel corporal que le permita mostrarse tal y como es, explorar, vivenciar y conocerse a sí mismo, sus capacidades y dificultades, expresar con facilidad sus problemas, miedos,… Se trata de reconducir y realizar los aprendizajes esenciales y necesarios y lograr así un desarrollo integral y armónico, respetando siempre su propio ritmo. Yo, como terapeuta que cuenta con una formación especializada en la disciplina, desempeño un importante papel como figura de referencia, apoyo, modelo a seguir, fuente de motivación, estímulo de esfuerzo y superación personal, compañera simbólica de juego que aporta seguridad y confianza a unos pacientes que, habitualmente, poseen una baja autoestima.

        El primer paso

Tras recibir la demanda de la familia, en la mayor parte de las ocasiones remitidos por otro profesional como puede ser el pediatra o el maestro, antes de iniciar la intervención, llevo a cabo una evaluación global de la persona. A través de la observación y aplicación de tests o pruebas presto una especial atención a tres aspectos llamados “contenidos psicomotores”: esquema corporal, espacial y temporal, que incluyen otros más concretos como la coordinación, el equilibrio, el control del tono muscular, la lateralidad, la orientación en el espacio y en el tiempo,… La valoración de estos aspectos es imprescindible para poder elaborar programas de intervención completamente individualizados.

Tales evaluaciones continuarán llevándose a cabo posteriormente con cierta periodicidad para ir analizando y comprobando la evolución y los progresos del paciente, así como la idoneidad del tratamiento.

        Una actuación coordinada

Para finalizar, me gustaría destacar que mi intervención como profesional no se limita únicamente al trabajo directo con el paciente, sino que también abarca el acompañamiento a su familia, aportando orientación y asesoramiento, además de comprensión, empatía y respeto. De igual forma, es esencial la comunicación y la actuación coordinada y coherente entre la familia, la escuela y otros profesionales externos que trabajamos con los niños para que su desarrollo y evolución deseados sea posible.

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