¿Sabías que saber esperar es predictor de éxito académico y personal?

En los años 60 un psicólogo austríaco afincado en Estados Unidos, Walter Mischel, desarrolló el llamado Marshmallow Test (o test del bombóm) donde se estudiaba con niños de 4 años la relación ente su capacidad de espera y su posterior rendimiento a nivel académico. Es decir, la capacidad de los niños de retrasar algo placentero a fin de obtener un mayor beneficio. Se dejaba a los niños solos en una habitación con una golosina delante durante nada menos que ¡20 minutos! Antes de abandonar la sala el adulto les advierte de que si son capaces de esperar a que ellos vuelvan sin comer la golosina, en lugar de una, podrán comer dos golosinas.

Haciendo un seguimiento de estos niños en años posteriores, Mischel descubrió que los niños que eran capaces de esperar y que desarrollaban estrategias que les permitían aguantar la espera, posteriormente, en su adolescencia, tenían un mayor éxito académico  así como personal.

Aquellos niños que conseguían controlar sus impulsos a la edad de 4 años, tenían una mayor capacidad de concentración y de resiliencia ante el estrés en la adolescencia.

Esto es lo que año tras año, muchos padres se empeñan en que su hijo entienda durante el curso: que es mejor estudiar para los exámenes día a día que luego tener que pasarse los fines de semana encerrado preparándolos; o, más a largo plazo aún: que es mejor estudiar durante el curso y poder tener vacaciones totalmente libres que pasarlas preparando exámenes.

¿Y cómo consiguen los niños resistir la tentación?

Lo que Walter Mischel descubrió es que los niños que eran capaces de aguantar la espera desarrollaban estrategias que convertían la espera en más placentera: jugaban con sus manos y sus pies, cantaban canciones, se hablaban a sí mismos. Mientras que los que no resistían, focalizaban su atención constantemente en la golosina y eso hace mucho más difícil olvidar las ganas de comérsela.

 ¿Cómo se pueden educar estrategias para mejorar la espera?

Lo curioso de todo esto es que en general cada niño desarrolla sus propias estrategias de afrontamiento sin que nadie se las enseñe siempre y cuando se le dé la oportunidad. O sea, que hay que exponer a los niños a situaciones en las que tengan que esperar para obtener lo que quieren. Previo a los cuatro años, es muy difícil conseguir que afronten esta espera, pero sí es verdad que pueden superar esperas más cortas. A partir de los 4 años, lo interesante es exponerles a situaciones en las que tengan que esperar: para comer un dulce, para que mamá o papá les coja, para tener el juguete que quieren, etc. Una vez pasada la primera infancia, a partir de los 8 o 9 años si no han desarrollado esta capacidad, tal vez sea el momento de trabajar sobre ella de manera explícita. Podemos enseñar a los niños qué cosas nos ayudan a nosotros cuando tenemos que esperar, servirles de modelo y poco a poco ellos irán desarrollando sus métodos.

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