¿Sabías que los niños suelen portarse peor en las vacaciones?

El «efecto vacaciones» es bien conocido por maestros y profesores. No hay más que acercarse  a un colegio a principios de septiembre para escuchar a cualquier tutor de aula diciendo que los niños están ingobernables, que han vuelto muy revolucionados del verano o que no hacen ningún caso. Y el tema se repite a lo largo del año escolar tras las interrupciones de Navidad o Semana Santa. Este efecto se nota incluso en aquellos alumnos más revoltosos tras la vuelta de cada fin de semana. Los lunes suelen ser días más difíciles para estos niños.

También los padres son conscientes de este fenómeno. En cuanto los niños no tienen que ir al colegio se nota que les cuesta más seguir las normas y los horarios.

Pero, ¿por qué sucede?

¿Acaso los niños deciden aguantar sus ganas de portarse mal hasta que están en casa? o ¿será que todas las profesoras/es tienen más mano con los niños que sus propios padres?

Tiendo a pensar que no es ni una cosa ni la otra sino un gran número de pequeños factores que se suelen juntar en las vacaciones:

las rutinas, tan importantes para la estabilidad y seguridad de los más pequeños, suelen desaparecer en vacaciones. Cuando un niño se levanta día a día sabe que tiene que desayunar y vestirse para ir al colegio. Sabe también que ahí le irán marcando a cada rato lo que tiene que hacer: jugar en el patio, entrar en el aula, ir al comedor,… Todo está previsto. Cuando salga del colegio también suele poder prever quién lo busca y qué es lo que hará a continuación.

El hecho de que este esquema tan estructurado desaparezca durante dos meses, es lógico que lo inquiete. ¿O acaso no nos inquietamos los adultos cuando cambiamos de trabajo, nos despiden o nos jubilamos?

– Menor desgaste energético. Cuando el niño sigue su día a día durante el curso utiliza una gran cantidad de energía. En verano, probablemente, sus actividades sean más reducidas y en general el horario más relajado. Eso hace que acumule una determinada cantidad de energía sobrante que lo más seguro es que gaste dando carreras por la casa o chutando el balón o subiendo y bajando del sofá.

– El aburrimiento. No hay que desdeñar este factor y es que el hecho de estar con más niños todo el rato, hace que se entretengan. En verano, suelen ver a menos niños y el aburrimiento hace que estén más irritables. Ojo!, que el aburrimiento es muy importante como fuente inspiradora de creatividad. No hay que paliar el aburrimiento a toda costa.

– los cambios constantes. Dormir en casas ajenas, en camas desconocidas, compartir tiempo con familiares que hace tiempo que no vemos o que suponen un extra de excitación.

– Y también, por qué no admitirlo, la menor tolerancia de los padres. Y es que muchas veces, cuando los niños están de vacaciones, a nosotros nos toca seguir trabajando. Esta circunstancia hace que seamos menos permisivos con el comportamiento de nuestros pequeños. Y es que, a estas alturas del curso, a nosotros también nos hacen falta unas vacaciones.

Entonces, ¿realmente los niños se portan peor en vacaciones o es que los sacamos de su ambiente conocido, tienen menos oportunidad de desfogarse, se tienen que adaptar a muchas cosas distintas en poco tiempo, en ocasiones se aburren y nosotros tenemos menos paciencia con ellos? Ahí queda la pregunta…

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