¿Sabías que los efectos del estilo de crianza de los padres se observa en los hijos a largo plazo?

Cuando tenemos dudas sobre la crianza y pensamos en si estaremos haciendo algo mal o bien con nuestro hijo, muchas veces su conducta inmediata nos ayuda a entrever la mejor manera de criar. Si notamos que el comportamiento de nuestro hijo o la relación que tenemos con él empeora en un plazo de unas semanas, seguramente, al pararnos a pensar qué sucede, podemos llegar a localizar la causa del deterioro. Podemos ver que últimamente le prestamos menos atención o que el niño está acusando algún cambio de rutinas, colegio o simplemente en los horarios de trabajo de sus padres.

Sin embargo, la mayoría del tiempo no somos conscientes de que el estilo de crianza que adoptamos realmente tiene importancia mucho más allá del momento inmediato. Está claro que establecer desde el principio una relación sana y de confianza ayuda a que todo vaya mejor en el día a día y a medida que los hijos crecen pero existen determinados factores cruciales a tener en cuenta.

Según un estudio publicado en Child Abuse and Neglect, se observa cierta relación entre la violencia verbal de los padres y la tendencia a padecer trastornos de ansiedad y del estado de ánimo en la adolescencia y adultez temprana.

Al mismo tiempo, otro estudio que realiza un metaanálisis de los estudios realizados hasta el momento sobre el tema revela que determinadas caracterísiticas de los padres parecen aumentar la aparición de trastornos de ansiedad y depresión. Padres poco cálidos, que pelean más, que presentan dureza emocional, son sarcásticos o críticos con sus hijos, los rechazan o se muestran hostiles hacia ellos tienen con mayor frecuencia hijos que desarrollan este tipo de trastornos. Llama la atención en esta revisión que también se menciona la característica de «sobreprotección» y es que realmente podríamos considerar la sobreprotección como otra manera de desprecio, en este caso no violento o pasivo, hacia las capacidades de nuestro hijo. La sobreprotección delata en el fondo la no confianza en el potencial de nuestro pequeño.

La edad de aparición de los trastornos de ansiedad o la depresión es entre los 12 y los 18 años y por eso es normal que hasta ese momento no se desarrolle. Pero estos estudios podrían explicar que muchas veces no existe una causa inmediata para entender estos episodios sino que el trastorno se desarrolla por acumulación de experiencias vividas a lo largo de la crianza.

Y ¡ojo! porque parece que el hecho de que esta conducta se dé solo en uno de los padres mientras el otro es afectuoso, cálido y acogedor no termina de borrar del todo los efectos devastadores de la violencia verbal del cónyuge. Está claro que tener otro padre receptivo y cariñoso es un factor protector pero no «inmunizador».

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