¿Sabías que los castigos corporales generan niños agresivos?

Para algunos padres, el tema de la disciplina es un punto candente en la educación de sus hijos. Siempre se habla de la necesidad de educar en positivo en lugar de utilizar el castigo. Primero porque es más efectivo educar con premios y segundo por la actitud que trasmitimos a nuestros hijos.

Los padres somos el modelo número uno a imitar por nuestros niños. Si les damos besos y caricias, sabrán dar besos y caricias. Si les chillamos o les pegamos, les enseñamos a chillar y pegar. Es así de simple. Puede que no lo haga con nosotros o no nos reponda de la misma manera que le tratamos en este momento. Pero no lo dudéis, será agresivo más adelante y con otros: hermanos, compañeros de clase, en sus parejas futuras,…

Según un estudio publicado recientemente en la revista de la Asociación Médica Canadiense, todos los estudios realizados sobre el uso de castigos corporales a los niños concluyen lo mismo, sin excepción:

Los niños educados mediante este tipo de prácticas aumentan sus conductas agresivas hacia padres, hermanos y otros niños.

En el reciente estudio se concluye además que el castigo físico está asociado con depresión, ansiedad, consumo de drogas o alcohol y se evidencia un menor rendimiento intelectual.

Una de las autoras del estudio, Joan E. Durrant propone como alternitiva la «disciplina positiva» que fundamenta en tres puntos:

– Marcarse objetivos educativos a largo plazo,

en lugar de perderse en el éxito a corto plazo. Es decir, debemos tener siempre presente en qué queremos que se conviertan nuestros niños, qué tipo de personas queremos que sean de adultos.

– Ofrecer afecto y estructura.

Ser cálidos y protectores. Crear una ambiente familiar confortable así como ser claros en cuanto a lo que nos gusta y lo que no nos gusta de ellos. Mantener una comunicación fluída con nuestros hijos.

– Entender cómo piensa y siente un niño.

Muchas veces los niños no sienten ni piensan como lo haría un adulto ante la misma situación. Es conveniente tener ciertas nociones del desarrollo infantil o hacer un ejercicio sincero de reflexión para ponernos en el lugar del niño.

Estas tres directrices pueden ayudarnos a ser más positivos en nuestros estilo educativo. No debemos olvidar que los niños se convierten con facilidad en adolescentes y luego en adultos pero los primeros años de vida y de relaciones personales, marcan a los niños.

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