La Asociación Americana de Psiquiatría (APA) es responsable de la publicación de un manual que es resferencia mundial a nivel de enfermedades mentales. La nueva edición de dicho Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (o DSM como es más conocido) verá la luz en los próximos meses.
Esta nueva versión lleva consigo una serie de modificaciones: habrá trastornos mentales que hasta ahora se diagnosticaban que dejarán de estar incluídos (como es el caso del Síndrome de Asperger). Del mismo modo, habrá «nuevas incorporaciones«. Parece que entre otras, se pretende incluir el Trastorno de Desregulación Disruptiva del Estado de Ánimo o DMDD (como dice sus siglas en inglés).
El DMDD englobará a los niños que exhiban episodios frecuentes de irritabilidad y arrebatos de conducta con una frecuencia de tres o más veces a la semana y que se prolonguen durante al menos un año.
¿Qué importancia tiene que un diagnóstico se incluya o no en el DSM?
Bastante, dado que este manual es utilizado a lo ancho y largo del mundo para poner etiquetas sobre los casos particulares.
Y dependiendo de la etiqueta o nombre que se le de a un determinado problema va a depender en muchos casos el tratamiento tanto terapéutico como farmacológico.
Lo que resulta más llamativo es que se hable de este «trastorno de berrinches» como algo que presentan los niños. El DSM tiene como función recoger todas las circunstancias de salud mental que pueda presentar una persona pero, de este modo, se pierde lo que sucede entre más de una persona.
En la infancia, la relación que se establece entre padres e hijos explica en su mayoría el comportamiento del niño.
Así, resultaría más lógico hablar de una mala relación familiar que sería conveniente cambiar. El tratamiento a realizar podría ser a nivel individual (trabajando tanto con el niño como con sus padres) como familiar.
Sin embargo, al hablar de Trastorno de Desregulación Disruptiva del Estado de Ánimo la impresión es que se carga sobre el niño toda la responsabilidad de lo que ocurre en la interacción sin dar cabida a cómo responden los padres a aquello que le sucede al niño ni cómo lo manejan.
Saber cómo interactúa un padre o una madre con su hijo es un punto fundamental a la hora de lograr un cambio en el ambiente familiar. Este tipo de etiquetas no beneficia al niño que las recibe ni mejora en nada sus posibilidades de tratamiento. Los trabajadores de la salud mental no deberíamos olvidar que un manual y una etiqueta sirven únicamente para entendernos entre nosotros. La intervención tendría que tener en cuenta, además, la dinámica familiar.
1 comentario en «¿Sabías que los berrinches persistentes de los niños pasarán a ser considerados como un trastorno mental?»
[…] Cuando nos convertimos en padres, las rabietas se convierten en uno de nuestros mayores temores. ¿Es de verdad una etapa por la que obligatoriamente tienen que pasar todos los niños? ¿No existe niño sin rabietas? […]