La musicoterapia es beneficiosa en muchos sentidos y cada vez queda más claro que potencia todo tipo de aprendizajes. Además, según un artículo publicado en el Young Children Journal en enero de este año, la música potencia el aprendizaje de las matemáticas.
Parece que los elementos musicales: el ritmo, patrón, melodía y tempo poseen principios matemáticos inherentes como son las propiedades espaciales, secuenciación o la correspondencia uno a uno.
Estudios recientes revelan que, a nivel cerebral, el ritmo se procesa en el córtex premotor, un área muy relacionada con la atención. Eso explica que los niños pequeños sean capaces de prestar más atención a estímulos rítmicos que a estímulos verbales.
Uno de los primeros sentidos en desarrollarse, cuando el bebé se está formando, es el del oido. Ya en el útero el niño puede oír. Por eso, un bebé recién nacido se calma cuando lo acercamos al pecho y puede escuchar el latido del corazón. Especialmente, el latido de su madre que es al que está acostumbrado. El latido del corazón es un patrón rítmico y regular. Existen aparatos en forma de ositos de peluche que ayudan a recrear el ambiente uterino con el fin de calmar al bebé.
De ahí la predisposición natural de los niños al ritmo, las secuencias o la melodía. Un gremio que conoce bien esta facilidad infantil para la música son los profesores, especialmente los de infantil. La mayoría de las rutinas que se instauran en una clase de infantil se transmiten mediante canciones. ¿Quién no conoce la famosa canción de: «a guardar, a guardar, cada cosa en su lugar….? Es un recurso también muy utilizado en campamentos donde todas las actividades se acompañan de canciones y así se consigue el doble objetivo de captar la atención de los niños y de introducirlos en la realización de una tarea mientras se acompañan de la canción. Las rimas son otro ejemplo de la predisposición musical de nuestro cerebro.
Con el aprendizaje de la música no solo estamos potenciando el desarrollo de la atención o concentración de los niños sino que además favorecemos la adquisición de ritmos. Los ritmos abarcan desde una regularidad respiratoria a una cadena conductual compleja, como lavarse los dientes, o la adaptación a los ritmos circadianos (día-noche) que rigen la alternancia del sueño-vigilia.
Y, según conocemos ahora, todos estos elementos musicales sientan la base del aprendizaje de las matemáticas. ¿Quien no recuerda haber aprendido las tablas de multiplicar gracias a una musiquilla pegadiza?
El aprendizaje de las matemáticas, al igual que la melodía tiene características secuenciales: no es lo mismo poner 13 que 31; do-re que re-do; Se compone de elementos individuales – números o notas – y se puede agrupar de muy diversas maneras creando patrones complejos – secuencias de números pares, primos; rimas, melodías, canciones, sinfonías,…
De ahí que se potencien mutuamente y la importancia de utilizar la música como base para introducir los conceptos matemáticos ya que la música al implicar un estímulo auditivo es un «equipamiento de serie» con el que nacemos.