Tenemos claro que la infancia es un periodo crítico para el aprendizaje ya que los bebés de ser humano nacen muy inmaduros y les espera por delante muchos años en los que todo será nuevo para ellos.
Esta inmadurez facilita también su adaptación. Y aunque todos nacemos iguales es cierto que, en torno a los dos o tres años, ya hablamos el lenguaje de quienes interaccionan con nosotros sea éste cual sea.
Un bebé tiene la misma predisposición para aprender chino, holandés, griego o zulú.
Que finalmente termine hablando un idioma u otro tiene que ver casi exclusivamente con los estímulos del ambiente.
Y bien, ¿por qué a los adultos nos cuesta tanto aprender idiomas?
No es una cuestión únicamente de un hábito creado (el de hablar una lengua) que tenemos que cambiar. Si no, más bien, se trata de que a nivel cerebral hay muchos cosas que diferencian a un bebé de un niño y de un adulto.
Sabemos que los bebés recién nacidos tienen muchas más neuronas que los adultos, pero estas no están conectadas entre sí. A medida que el bebé crece sus neuronas se interconexionan y esto parece tener que ver con el aprendizaje. El crecimiento cerebral del niño alcanza un punto en el que se estabiliza y, a partir de ahí, las rutas neuronales más efectivas y más utilizadas serán las que se fortalezcan y las no utilizadas morirán.
Un grupo de investigadores del King’s College de Londres y de la Universidad de Brown en Estados Unidos parece haber encontrado que en lo referente a las regiones cerebrales relacionadas con el lenguaje, la estabilidad se alcanza en torno a los 4 años. Según la investigación publicada en The Journal of Neuroscience, esto tendría que ver con la mielina que recubre las vías neuronales y que permite que estas sean más rápidas y efectivas.
Y esto, ¿qué importancia tiene para la intervención?
A nivel práctico, las implicaciones que se desprenden son que la actuación temprana en casos de retrasos en el desarrollo del lenguaje puede ser crucial.
Es interesante tener en cuenta que existe esta ventana de tiempo en la que el cerebro está especialmente predispuesto para este aprendizaje.
Esto es relevante sobre todo en aquellos problemas o limitaciones infantiles que cursen con un retraso en el lenguaje.