El aburrimiento es una sensación que podríamos llamar desagradable, que nos hace sentir que perdemos el tiempo cuando no tenemos algo que nos distraiga o entretenga. Y, por regla general, tendemos a evitarlo realizando todo tipo de actividades o pasatiempos.
Muchas veces nos asusta el hecho de que nuestros hijos se aburran porque esto puede hacer que su comportamiento sea difícil: se ponen nerviosos, quejosos, interrumpen más, se muestran desobedientes y se dedican a realizar tareas que no hacen en otras circunstancias. Y ahí está la clave.
Cuando un niño está aburrido, tras un primer momento de queja, suele buscar solución a su aburrimiento inventando nuevos juegos o entretenimientos.
Tratamos de organizar todo el tiempo libre de nuestros hijos en actividades dirigidas con el fin, entre otras cosas, de que no se aburran. Las actividades o deportes son momentos en los que el niño recibe instrucciones de qué tiene que hacer. Están orientadas a alcanzar unos objetivos y no dejan demasiado espacio a que surjan ideas espontáneamente de ellos. No les dejamos tiempo para desarrollar el pensamiento creativo.
¿Qué es la creatividad?
La creatividad se entiende como pensamiento divergente o la capacidad de generar conceptos, ideas o asociaciones nuevas, diferentes y que conducen a conclusioes originales.
La creatividad está muy ligada a la imaginación y se potencian mutuamente. La creatividad es una capacidad compleja que implica varios procesos mentales y que, como cualquier otra capacidad mental, necesita práctica para mejorar.
El hecho de que todas las horas del día estén planificadas en cuanto a qué tenemos que hacer en cada momento, deja poco espacio a que practiquemos actividades nuevas, diferentes y originales.
Así que no dejemos que la frase «mamá, me aburro» nos asuste y pensemos en las ventajas que puede tener que un niño se aburra y aprenda a gestionar de manera creativa su aburrimiento.
Las vacaciones de verano o navidad favorecen especialmente que el temido aburrimiento aparezca.