Papá, mamá, hoy toca terapia

Por Esther Ramírez

Acudir a buscar ayuda terapéutica acompañado de un familiar viene siendo relativamente frecuente. Sin embargo, que se incluya al mismo y a otros miembros de la familia en las sesiones es ya más inusual.

La terapia sistémica-familiar, nacida en los años 50, viene ejerciendo una fuerte influencia en la manera de entender las problemáticas que los pacientes nos traen a consulta. Los terapeutas familiares consideramos que el sufrimiento es de todos los miembros de la familia, así como la responsabilidad de lo que está sucediendo. Esto de por sí es revolucionario porque normalmente se tiende a considerar que el enfermo es quien padece la sintomatología. Desde este enfoque vemos todo el sistema familiar, consideramos todas las partes y sobre todo, la relación y la comunicación existente entre ellas, que normalmente tiene mucho que ver con el padecimiento familiar.

Es como una cadena, en la que cada ensamblaje es importantísimo para el funcionamiento correcto de toda la máquina. Las partes están interrelacionadas irremediablemente y así, lo que le suceda a una afecta a las demás. En sus albores, los terapeutas familiares sólo atendían en sus consultas si el paciente venía acompañado de toda su familia pero hoy en día no es tan radical y, aunque nuestro enfoque es éste, también atendemos a personas que no consideran la idea de incluir a sus parejas, padres, etc., pero siempre con una manera de entender la realidad más amplia que simplemente atender el dúo que forman el paciente y el problema.

La familia es una de las primeras experiencias vitales más significativas del individuo. Si pensamos en cualquier dolor que hayamos sufrido en nuestra historia de vida y tratamos de ver con perspectiva las personas implicadas en él, es bastante probable que encontremos a papá, mamá, la abuela o los hermanos “metidos en el ajo”, bien de forma protagonista o bien teniendo una fuerte influencia en cómo lo afrontamos.

Esta es la razón por la que consideramos que es fundamental tener una perspectiva mayor para entender lo que está sucediendo. El ser humano es además portador del sello que su familia de origen ejerció en él, por lo que no nos centramos simplemente en el presente, sino en su historia familiar, con sus mitos, miedos, creencias, cultura familiar, herencias al fin y al cabo.

En cuanto al paciente, éste sentirá que la mirada global del terapeuta le permite liberarse de ser el problemático y hacer que los demás también tomen su responsabilidad en lo que le sucede, de modo que la curación sea entre todos, más sencilla, más rápida y más eficaz.

El trabajo que realizamos está apoyado en multitud de herramientas, como nuestra piedra angular, el genograma, esquema gráfico que representa a los miembros familiares y sus relaciones. Las tareas, prescripciones, metáforas, imágenes, e incluso ejercicios corporales como las esculturas con el cuerpo, por nombrar algunas.

El terapeuta, artesano en silencio, va ayudando a la familia a sacar su propia fuerza y recursos. Cree en ellos, aprende su idioma y se enamora de esa entidad que se va desnudando frente a él y le permite ocupar el privilegiado puesto de acompañarles para que recuperen su equilibrio, o encuentren uno más sano desde el que poder relacionarse.

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