Los chicos con las chicas deben estar…

Una madre trabajadora.

Hace unas semanas leía un tuit que decía algo así como “llega el verano y ya se ve a los abuelos calentar por la banda”. Así es, muchos de nosotros, padres trabajadores, disponemos de apenas 20 días laborables de vacaciones que además tratamos de estirar a lo largo del año para cubrir los numerosos parones escolares y tratar de descansar (el orden que lo elija cada uno :-P) dejando para el verano dos o tres semanas que no cubren ni de lejos los casi tres meses de vacaciones que disfrutan nuestros hijos.

No pretendo entrar a cuestionar si son muchas o pocas vacaciones. Sí creo que el descanso de los niños es fundamental y que en España por cuestiones de clima en verano poco se puede hacer. Sólo quería reflexionar sobre la ayuda que nos prestan los abuelos, teniendo en cuenta que en muchas ocasiones no nos quedan más opciones.

Estoy convencida de que los abuelos cuidan estupendamente de nuestros hijos, son sus abuelos, claro que sí! Y los niños disfrutan por supuesto de ese tiempo en muchos casos con normas y límites más laxos de lo habitual. Pero, más allá de los primeros días, creo que la ayuda es estrictamente logística y, por el contrario, la situación se puede complicar porque no es el lugar más apropiado para las necesidades y energía desbordante de los niños.

Pensad cómo se os quedaría el cuerpo si vuestro tiempo de ocio y descanso lo pasarais con personas dos generaciones superiores a la vuestra, es decir, con vuestros abuelos. En mi caso, me queda una y tiene casi 100 años. Ahora imaginad a estar con ellos una semana, dos, tres… El obvio lapso generacional es brutal y si bien los abuelos juegan, estimulan y proponen actividades a nuestros hijos, antes o después, los niños se aburren dando lugar a conductas de todo tipo (de las más pasivas a otras más agresivas). Y sí, hay muchos artículos que hablan de la necesidad de que los niños se aburran para estimular su creatividad, pero como todo, dosificado. Si los críos se aburren todo el rato, la creatividad puede dar paso a la brutalidad.

En mi opinión, los niños con quien mejor están es con otros niños, ni siquiera con sus padres. Es con iguales donde no sólo más disfrutan, sino más aprenden: a jugar, a relacionarse entre ellos, a probar sus límites y posibilidades, a desarrollar comportamientos solidarios,… Y todo ello sin liarla parda (bueno, siempre surgen conflictos pero los aprenden a gestionar bastante bien) y manteniendo un nivel de comportamiento muy adecuado e incluso, sobresaliente.

Hace poco me llevé al cine a mi hija y dos amiguitos suyos. Pensé: madre mía dónde me he metido, sola con tres niños al cine…! Pero para mi sorpresa, fue una de las mejores experiencias, los tres se portaron genial (con sus cosas de niños), me obedecieron allí donde era imprescindible (cruce de calles) y por los demás, disfrutaron como enanos mientras esperábamos casi media hora a que empezara la película sin que ello supusiera un desastre, dada la poca paciencia que casi siempre demuestran nuestros niños.

Es decir, además, se autorregulan y están mucho más equilibrados cuando están entre niños que rodeados de adultos.

Hay por otro lado, situaciones en donde los niños comparten tiempo y espacio como son los campamentos de verano y aquí, a veces, esta idoneidad de estar con iguales se tambalea, ya que muchos acuden sin conocidos a los que aferrarse y la situación les resulta ciertamente abrumadora (también los adultos tenemos resistencia a lo nuevo).

Es entonces cuando la confianza que hemos fomentado en ellos y las herramientas que les hemos dado para que se puedan desenvolver en situaciones novedosas se pone más a prueba que nunca y es posible que los primeros días duden, o a lo largo de los días que dura el campamento surjan las inseguridades pero creo que apoyándoles y animándoles (y estando los padres seguros de con quiénes les dejamos), la experiencia será siempre positiva.

En definitiva y como dice la canción: “los chicos con las chicas deben de estar”…

 

Feliz y largo verano para todos.

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