Cuando hablamos de niños, la primera preocupación de los padres y pediatras que les atienden es que crezca sano y se desarrolle bien. Pero, ¿qué implica un buen desarrollo?
Los médicos suelen atender más a un criterio físico: que los niños ganen peso, crezcan en talla y estén sanos, libres de enfermedades. Para los padres, que nuestro hijo se desarrolle bien normalmente implica aún más cosas: que sea un niño feliz, que le guste relacionarse con otros, que sea listo, etc. Y, aunque parezcan cosas distintas, en el fondo las diversas facetas de una persona están bastante relacionadas.
¿Qué nos permite desarrollarnos?
En realidad, lo que hace posible que todos estos aspectos se desarrollen en armonía es nuestro sistema nervioso, que es el órgano que nos permite interactuar con el medio externo y desarrollar al máximo nuestras potencialidades físicas, emocionales, sociales o intelectuales. El sistema nervioso está formado de manera esquemática por una red de nervios y el cerebro, órgano que percibe, integra, organiza, planifica y ejecuta. Parece mentira que un solo órgano pueda tener tantas funciones pero lo cierto es que es complicado hacer un uso eficiente y armónico de nuestro sistema nervioso.
Nuestro cerebro se divide a grandes rasgos en tres partes que se diferencian en cuanto a la función que cumplen. Son el tronco del encéfalo, el cerebro medio, y el neocortex. Cada parte del cerebro ha ido apareciendo en este órden en la evolución y ha permitido a los animales realizar acciones cada vez más complejas. Por tanto, hay partes del cerebro más primitivas que aparecieron antes en la evolución y que controlan funciones más básicas. A medida que ascendemos en la escala evolutiva surgen nuevas estructuras cerebrales, más evolucionadas, que organizan funciones más complejas como las emociones o las típicamente humanas de planificación y autocontrol.
¿Cómo se refleja el desarrollo cerebral en el comportamiento?
A medida que un niño crece, su cerebro le va a ir capacitando para realizar determinadas funciones. Todo el cerebro se desarrolla y madura desde el primer momento pero el foco de mayor crecimiento se irá desplazando de unas estructuras a otras.
Un bebé, primero, se moverá de manera prácticamente refleja. Durante su primer y segundo año de vida, su crecimiento consiste casi de manera exclusiva en convertir esos reflejos primitivos, en reflejos posturales o movimientos voluntarios. Así el gran logro en esta etapa es aprender a caminar, correr y controlar el cuerpo en todas las dimensiones del espacio. Estos desarrollos son controlados principalmente por tronco del encéfalo. A medida que crecemos, la capacidad que vamos adquiriendo de desplazamiento y de movimiento voluntario de nuestros músculos, nos permite articular sonidos y palabras y asociarlos a objetos, situaciones o movimientos. Lo que nos inicia en el uso del lenguaje.
En torno a los tres años, es la parte del sistema límbico (en el cerebro medio), la relacionada con las emociones la que mayor desarrollo experimenta. Es el temido momento de las rabietas y el inicio de las negocioaciones entre padres e hijos.
Por último, sobre los cinco o seis años, es la corteza cerebral la que mayor desarrollo concentra. Coincide, en el colegio, con el paso a la educación primaria y el inicio de la introducción de una estructura académica organizada en asiganturas donde los niños no sólo aprenden a leer y escribir (funciones instrumentales) sino que empiezan a memorizar contenido, se introducen los exámenes como forma de evaluación, etc.
¿Qué implicaciones tiene para el aprendizaje, la maduración cerebral de las diferentes áreas?
La conclusión fundamental a la que nos conduce esta visión del desarrollo neurológico es que en cada etapa debemos fomentar un tipo de aprendizaje determinado para el que nuestro cerebro nos predispone. De nada sirve pelearnos con un niño de 2 años insistiendo en que permanezca sentado en una silla durante un tiempo prolongado cuando en realidad para lo que biológicamente está predispuesto y lo que más va a potenciar su desarrollo en cualquier actividad de tipo motor.
Es más, realizar el tipo de actividad que más impulsa nuestro desarrollo nos permitirá pasar a la siguiente fase evolutiva con más rapidez y habremos allanado el camino para afrontar la nueva etapa con decisión. Por dar otro ejemplo: en muchos colegio se insiste en iniciar a los niños en la realización de trazos y el conocimiento de las letras sobre los 3 y 4 años cuando, si ha habido un desarrollo adecuado en estos años a nivel motor, lingüístico y emocional, aprender a leer y escribir será una tarea fácil y divertida a partir de los seis.
La biología es la que nos marca el camino adecuado a seguir en el aprendizaje.
2 comentarios en «La importancia de desarrollar adecuadamente las bases del aprendizaje»
[…] Navegador de artículos ← Anterior […]
[…] muestran anomalías en la sustancia blanca de la corteza prefrontal de niños aislados. La corteza prefrontal es aquella que permite el desarrollo de las habilidades típicamente humanas: la planificación, […]