¿Hay que corregir la lengua de trapo de los niños?

La “lengua de trapo” es ese divertido fenómeno que se produce en el proceso de adquisición del lenguaje que tanta gracia hace a los padres. Muchos padres pretenden que sus hijos hablen correctamente desde el primer momento y otros no quieren corregirlo porque les da pena que sus hijos pierdan ese toque de inocencia que les aporta cometer determinados errores de articulación o pronunciación.

Lo que es común a la gran mayoría de los padres es que no tienen claro si es conveniente o no corregir a sus hijos.

Es habitual que junto a errores en la articulación o pronunciación de las palabras como, por ejemplo, decir “gordillo” por bordillo o “efefante” por elefante aparezca lo que se llama la “hiperregularización de los verbos”. Aquí entrarían errores del tipo: “decido” por dicho, “andó” por anduvo, etc.

Hay que tener claro que este tipo de errores son un fenómeno bastante frecuente y lógico en el aprendizaje de una lengua, que la gran mayoría de los niños lo presenta y que es más fácil que se produzcan cuanto más pronto empieza a hablar el niño.

La hiperregularización verbal suele aparecer además tras un periodo en el que el niño ha utilizado la forma irregular del verbo de manera correcta. Esto no quiere decir otra cosa que el niño pasa de un uso del lenguaje por imitación a la interiorización de las reglas gramaticales.

Así pues, la gran mayoría de “errores” irán desapareciendo paulatinamente por sí solos y la forma correcta de los verbos volverá a reaparecer. Lo más habitual es que no haya que realizar ninguna intervención directa sobre el lenguaje del niño. No hace falta corregirles en el sentido estricto. Basta con contestar a sus frases utilizando la forma correcta o adecuada de las palabras. Por ejemplo: “Mamá te he decido que no” “¿Me has dicho que no?”

Sin embargo, cuando el niño ya habla de manera clara y correcta la mayor parte del tiempo y sigue utilizando determinadas palabras inadecuadamente, sí resulta adecuado ayudarle a corregir estos errores residuales, sin resultar insistente y sin interrumpir el ritmo del discurso del niño. Lo ideal sería dejar al niño acabar su frase antes de introducir la forma correcta de la palabra. No hay que olvidar que una corrección excesiva podría generar cierta tartamudez o inseguridad a la hora de hablar.

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