¿Es normal que mi hijo tenga un amigo imaginario?

En este artículo queremos resolver las dudas que puedas tener acerca de los amigos imaginarios, cuándo y por qué aparecen, hasta cuándo y cómo actuar.

Hacia los tres años empieza a florecer la imaginación de los niños, es muy importante ya que da muestra de la existencia de pensamiento complejo. Entre los 2 y los 7 años es habitual que aparezcan personajes imaginarios que pueden ser: personas, seres mitológicos, animales, superhéroes,… con quien los menores hablan y juegan como si fuesen reales. Algunas veces puede tratarse de un objeto como un peluche o una muñeca, aunque lo más común es que no forme parte de la realidad. Estos personajes dan pie al menor a imaginar todo aquello que quiera, ya sea bueno o malo, puede proyectar sus miedos y conflictos, así como atribuir sus emociones a este compañero para liberarlas. Surgen de manera espontánea y no tienen una causa concreta.

Varios estudios muestran que es habitual la presencia de amigos imaginarios. Los datos indican que entre un 30 y hasta un 65% de niños entre dos y ocho años tiene uno. El estudio de las autoras Marjorie Taylor y Stephanie Carlson encuentra que dos de cada tres niños entre cuatro y siete años tienen amigos imaginarios. Por su parte, la autora Svendsen (1934) observó que entre los 5 y 6 años estos amigos suelen desaparecer espontáneamente. Mientras que algunos niños los conservan hasta la adolescencia. Se ha observado que son más habituales en hijos únicos o primogénitos. Además, cuanto más fantasioso, sensible y creativo sea el menor, más probable es que disponga de compañeros imaginarios.

Contrariamente a lo que se pensaba cuando se comenzó a estudiar este fenómeno, los niños que tienen amigos imaginarios presentan unas habilidades sociales muy desarrolladas que les facilitan el trato con sus iguales. Por lo tanto, en lugar de ser señal de alarma o patología, la presencia de amigos imaginarios en los niños se puede asociar con características positivas en el ámbito social y cognitivo. Se ha encontrado una relación entre la existencia de amigos imaginarios y la habilidad de los menores para comprender las creencias, pensamientos y emociones de los demás. La capacidad de imaginar puede favorecer la adaptación social.

¿Qué hacer como padres?

En la mayoría de los casos, los padres desconocen que su hijo/a tiene un compañero/a imaginario. No obstante, cuando son conscientes de su existencia lo ideal es que no rechacen ni ignoren a los amigos imaginarios de sus hijos, y abordarlo, en cambio, con naturalidad, respeto y tolerancia, ya que forma parte del  desarrollo natural de los infantes. Por supuesto, esto no implica que si el menor culpa de sus actos a su amigo/a imaginario quede exonerado de sus responsabilidades.

Es recomendable que escuchen las conversaciones que mantiene con su amigo/a imaginario, comprobar que estas no sean extrañas y que la interacción con este no le produzca malestar o inquietud al menor, que el niño no pierda el control durante la conversación.

Además, se recomienda a los padres que observen si su hijo/a prefiere jugar con este personaje imaginario antes que con amigos reales, ya que el juego con otros niños les permite aprender a cooperar, ceder o cambiar de roles. El compañero imaginario le puede servir como ensayo de conductas de interacción social que luego podrá poner en práctica en el juego con sus amigos reales.

En caso de que el menor se aísle demasiado y deje de interaccionar con otros niños y personas de su alrededor por pasar tiempo exclusivamente con su amigo imaginario, o bien, la interacción con este compañero invisible sea obsesiva, muy intensa y frecuente y le produzca malestar, es importante buscar asesoramiento a un profesional de la psicología.

Por Claudia Fernández Hernández.

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