¿Cómo fomentar la independencia de los hijos?

Por Ainhoa Uribe.

La maternidad y paternidad consiste en conseguir que un ser que nace absolutamente dependiente e indefenso se convierta en un adulto independiente, sano y estable emocionalmente.

Todo lo que tratamos de inculcar a nuestros hijos desde que son bebés tiene un único objetivo: conseguir que aprendan a comer por si solos, a vestirse, a cuidarse, que estudien para conseguir un trabajo que les permita ser económicamente autónomos. Y, sin embargo, todos esos cuidados que les propiciamos se pueden volver en nuestra contra si en algún momento se vuelven excesivos.

Existe una delgada línea que separa el cuidado de la sobreprotección y tenemos que aprender a distinguirla.

Es lo que llamamos sobreprotección. Y sus consecuencias son igual de nefastas para el crecimiento del niño como las del abandono o la negligencia. Cuando los padres nos volvemos hiper controladores de la conducta de nuestros pequeños y queremos protegerlos a toda costa, también les cerramos oportunidades de aprendizaje y bloqueamos su tendencia natural a la investigación y la autonomía personal.

¿Cuándo empezar a dejar que nuestro niño sea independiente?

Su autonomía se puede cultivar desde los primeros meses. Hay que tener en cuenta que el primer desarrollo del niño, antes que a nivel cognitivo, pasa por lo motor. Así que en un primer momento, hay que facilitar que el bebé sea lo más autónomo posible a nivel motor y que así desarrolle sus habilidades psicomotrices.

Esto significa dejar la mayor libertad posible de movimientos al pequeño. Para ello es importante que el bebé se familiarice a estar en una superficie plana y acolchada que le permita moverse sin riesgos: la cama para un primer momento y el suelo (sobre una colchoneta) una vez que ha aprendido a ponerse bocabajo.

Habría que olvidar todos aquellos artilugios que impiden su libertad: parques, taca taca, sillitas, hamacas o usarlas de manera muy esporádica. Dejarle libre no significa dejarlo solo ni ignorar sus necesidades. Si el niño llora y pide que lo llevemos en brazos, habrá que facilitarle lo que precisa en la medida de las posibilidades para evitar que se sienta inseguro. Cuanto más seguro se siente el bebé mayor serán sus conductas de exploración. Y más a gusto se sentirá de explorar su entorno de una manera autónoma.

Un ejemplo recurrente es el momento en que los niños empiezan a caminar. Muchos padres acaban con dolor en la espalda de estar todo el día agachados para ofrecerles la mano a su pequeño cuando es mucho más útil dejar que sea él quien se aprenda a desplazarse manera autónoma. No es necesario ofrecerle una mano para caminar. Sólo cuando él la pida es cuando debemos tenderla.

¿Cómo fomentar su independencia sin desprotegerlos?

Los padres no estamos tanto para proponer constantemente juegos sino para supervisar que el pequeño se enfrente a retos alcanzables. Muchas veces lo observamos y vemos que trata de hacer algo que no puede. Una y otra vez lo repite pero no consigue alcanzar aquello que busca. Y, llevados por nuestra propia angustia al ver que no lo logran, hacemos por ellos aquello que intentan sin éxito. Aquí sentamos las bases de la sobreprotección.

Sería mucho más «rentable» para toda la familia, que les dejemos intentar una y otra vez aquello que no sale a la primera. Así trabajamos la perseverancia. Una vez que no pueden más, nos mirarán buscando apoyo o empezarán a llorar hartos de no encontrar solución. De esta manera aprenden a expresar sus necesidades. Si nosotros lo ayudamos, sin hacer por ellos lo que ellos no pueden, sino acompañándolos en lograr su objetivo, estaremos reforzando autonomía. Y todo unido al hecho de la autoestima positiva que se genera cuando alcanzamos el objetivo y se hacen conscientes de que han podido hacerlo por ellos mismos (o casi).

Así, pasito a paso, vamos potenciando su independencia, facilitando el autoaprendizaje y reforzando su autoestima. Al principio, de los 0 a los 2 años, se consigue mediante la libertad de movimientos. Más adelante, se añaden la libertad de expresión a nivel oral y también su capacidad de razonar. Tenemos que dejar que se enfrenten a sus errores y puedan aprender de ellos. Pero para eso no es necesario dejarles solos ante el peligro. Se trata de acompañarlos dando soporte y apoyo pero interviniendo lo mínimo indispensable.

Un equilibrio difícil de conseguir pero necesario para que crezca un adulto sano y estable.

 

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