La tolerancia a la frustración es una herramienta básica para cualquier niño de cara a enfrentarse de manera positiva a las distintas situaciones de la vida.
Tanto los niños como los adultos experimentamos frustración cuando no conseguimos lo que ansiamos, cuando las cosas no son como las esperábamos o algún acontecimiento no se desarrolla como teníamos planeado. Es una emoción esperada y necesaria. Una mezcla de tristeza, enfado, duda y ansiedad que embarga y a veces desborda. La tolerancia a la frustración supone también un paso más hacia una actitud vital de afrontamiento positivo de los problemas, lo que significa que se puede aprender y desarrollar.
En los niños, dicho aprendizaje comienza cuando van creciendo y cada vez deben esperar más para satisfacer sus necesidades.
Poco a poco van aprendiendo a soportar el malestar que supone la frustración. Evitar a los niños enfrentarse a dichas situaciones no les favorece, ya que no les ofrece oportunidades de regular las emociones negativas que surgen como consecuencia de la frustración. De hecho, los niños con baja tolerancia suelen ser más impacientes, exigentes, impulsivos y menos flexibles.
Para ayudar a nuestros niños a tolerar la frustración debemos hacernos primero algunas preguntas:
¿Está cansado? ¿Tiene muchas tareas o un horario demasiado lleno?
Hemos de asegurarnos de que el niño descansa bien y durante el día puede recuperarse entre una tarea y otra. Todos nos enfrentamos mejor a las situaciones nuevas o adversas si estamos relajados. Los niños cuando se sienten cansados, encuentran más difíciles las tareas, los aprendizajes y las relaciones. Las técnicas de relajación ayudan a aumentar la tolerancia a la frustración.