Todos somos conscientes de la necesidad de aceptación por parte de los demás, pero en los niños es una necesidad que podríamos considerar casi vital.
Un adulto tiene ya una personalidad formada, conoce (en parte) sus puntos fuertes y sus debilidades y se siente más o menos querido y respetado por sus allegados. También sabe que no es aceptado por otros a lo que no inlcuye en su grupo de amigos cercanos. Pero como adulto sabe aceptar lo que significa no caer bien a todo el mundo y aprender a vivir con ello.
Ahora pongámonos en la piel de un niño que, por definición, todavía no tiene una estructura de personalidad establecida, no sabe muy bien cuál es su sitio en el mundo y todavía no tiene un referente interno de aceptación y respeto. Este referente interno que hará que su autoestima sea buena, se irá formando poco a poco gracias a sus experiencias en la relación con los demás. Sobre todo, en la relación con sus figuras de referencia: padre, madre, hermanos y otros adultos significativos en su vida.
Si en este momento de nuestro desarrollo como personas no recibimos un feedback muy alentador, las experiencias de rechazo por parte de nuestros iguales pueden marcarnos y provocar ansiedad y depresión.
Esta conclusión puede desprenderse de un estudio recientemente publicado por la American Academy of Pediatrics* donde se ha evaluado a jóvenes con necesidades educativas especiales. Según los autores, a pesar de las afecciones médicas o discapacidades del desarrollo que sufren este tipo de alumnos, las situaciones que más ansiedad despiertan en ellos, es el hecho de enfrentarse al acoso o rechazo de sus compañeros.
Los niños con dificultades del aprendizaje que participaron en el estudio presentaban TDAH, diabetes, anemia falciforme, fibrosis quística, autismo, discapacidad del aprendizaje, obesidad o baja estatura. Según los autores del estudio, queda patente que el hecho de que un compañero acose, ignore o excluya a un niño con necesidades educativas especiales es un factor de riesgo para presentar síntomas ansiosos y depresivos. Por muchas visicitudes médicas a las que estos niños tengan que hacer frente, parece que el sentir que pertenecen a un grupo de iguales es un hecho más importante para su supervivencia, al menos, social y psicológica.