¿Alguna vez te has preguntado por qué piensas como piensas?
Muchas veces la respuesta no es fácil de contestar, pues hay diversos factores que influyen. Algunos de ellos son: nuestra personalidad, entorno familiar, experiencias que nos hayan marcado a lo largo de la vida. Sin embargo, quizá esta historia os aclare las ideas sobre cómo desde muy jovencitos aprendemos a percibir el mundo y relacionarnos con él sin darnos cuenta.
Os voy a contar la historia de la familia Gutiérrez. Era Noche Buena y como todos los años estaban todos reunidos en casa de la abuela.
Julia, la protagonista de nuestra historia era la menor de la familia, tenía 8 años y era muy curiosa.
Durante la tarde del 24 de Diciembre toda la familia se ponía manos a la obra con la cena. En la cocina estaba mamá cocinando el pescado típico de la familia. Julia se dio cuenta que cortaba el pescado en tres trozos y le preguntó:
– ¿Por qué lo cortas en tres trozos?
Su madre le contestó – Porque se hace así!
Julia no se quedó muy contenta con la respuesta, así que decidió preguntar a su abuela, ya que años atrás era ella quien lo preparaba siempre, a lo que ella le contestó.
– Pues esta es la receta de tu bisabuela y siempre se ha hecho así.
Finalmente, decidió preguntar a su bisabuela que estaba allí y ella le dio una respuesta que no esperaba. Le dijo:
– Bueno yo lo hacia así porque mi olla era muy pequeña y necesitaba cortar el pescado para que entrara. No entiendo porque tu madre y abuela siguen haciéndolo así, si sus ollas son más grandes y modernas ¡y cabe perfectamente entero!
Se quedó asombrada de lo que escuchó. Durante todos estos años su familia ha pensado que las cosas se hacían así por razones equivocadas o ni si quiera se lo habían planteado. Simplemente habían observado cómo su bisabuela y posteriormente abuela lo preparaba de una manera y asumieron que esa era la forma correcta de hacerlo.
Ese día Julia se dio cuenta de la existencia de los mandatos familiares. Estos hacen referencia a un complejo sistema de normas y reglas que, prácticamente sin ningún sustento, es muy posible que muchos de ellos los sigamos reproduciendo una y otra vez durante la vida adulta. Muchas veces estos mensajes son no verbales y se asumen como ciertos sin cuestionarlos. La mayoría de estos mandatos van dirigidos a inhibir o prohibir sentimientos, a introducir una forma de pensamiento natural en la mente del niño.
Cuando nos encontramos a lo largo de nuestra vida con dificultades para relacionarnos o sentirnos cómodos con nuestra forma de percibir el mundo es cuando es necesario revisar estos mandatos que nos incitan a vivir de forma rígida.
En ocasiones puede ocurrir como le pasaba a Julia, quizá vuestro hijo tenga curiosidad sobre por qué se hacen las cosas así en casa o no encaje dentro de vuestros mandatos. Por eso es importante conocerlos y poder flexibilizarlos. Ya que esto supone que podremos adaptarnos mejor a las circunstancias y dificultades que se nos presenten.
En ocasiones, los mandatos se transmiten en forma de lemas, refranes o dichos populares. Algunos de los mandatos familiares más comunes son los siguientes:
- No puedo equivocarme.
- La felicidad hay que ganársela trabajando duro.
- Si pido ayuda admito que no sirvo.
- Tengo que hacer sentir bien a los demás siempre.
- Todo lo que vale cuesta esfuerzo.
- Lo barato sale caro.
- No pidas ayuda.
- No es bueno llorar y demostrar tristeza.
- Lo que no se planifica sale mal.
- La gente es como es y no cambia.
- Nada es gratis en la vida, todo tiene un precio.
- Debo controlar mis emociones.
- Debería preocuparme más por las cosas.
- Es demasiado difícil obtener lo que quiero.
- Si no me dan la razón es porque no me quieren.
- Dependo de los demás.
- Es porque fui criado así o porque así lo aprendí.
- Existe una solución perfecta, ideal para cada problema.
- Debo hacerlo mejor que los demás.
- Si me critican es porque he cometido un error.
- No puedo cambiar mi forma de pensar.
- Debería ayudar a todos los que me necesitan.
- Nunca debo mostrarme débil.
- Existe un solo amor verdadero.
- Nunca debo herir a nadie.
- La mayoría de las veces soy inferior a los demás.
- Tengo que ser el centro de atención.
- Tengo que ser el mejor.
- Renunciar es la mejor estrategia para no sufrir.
- Debería estar siempre contento.
- Basta la fuerza de voluntad para resolver todos los problemas.
¿Cuáles son los tuyos? ¿Cuántos de ellos te sirven? ¿Estarías dispuesto a cambiarlos?
Por Raquel Gómez-Pinto Romo