Todos hemos oído hablar del temperamento y entendemos que es un concepto que tiene que ver con la personalidad, con la forma de ser de cada uno. El temperamento es algo que se relaciona con las bases biológicas de la personalidad (genética), es algo con lo que nacemos.
Diferentes expertos se han atrevido a hablar acerca del temperamento, y han visto que el temperamento se relaciona con las diferencias individuales, es decir, con las diferencias que hay entre la forma de actuar o de reaccionar de uno y de otro en diferentes situaciones. El temperamento tiene la función de procesar la información que viene del exterior y regular y controlar las conductas. Se podría decir que su función principal es la regulación de las propias conductas, el control sobre ellas y la forma de expresarlas.
Se trata de un término muy amplio que está relacionado con las distintas dimensiones de la conducta, entendidas de manera individual, que surge cuando los niños son pequeños y representa la base de lo que será su futura personalidad. Es relativamente estable en el tiempo, aunque puede verse modificado en sus manifestaciones por la influencia de su entorno, especialmente por medio de las prácticas educacionales de los padres.
En resumen, podemos entender el temperamento como la respuesta a los cambios del entorno (como reaccionamos) incluidas nuestras reacciones corporales (sudores, palpitaciones…), el miedo y la inhibición ante lo nuevo, la impulsividad, el ánimo positivo o negativo, el nivel general de actividad, la atención constante y la autorregulación.
Especial interés tiene la influencia de los estilos educativos en cuanto a la formación del temperamento. Se pueden identificar tres estilos básicos de educación de padres hacia sus hijos: el estilo autoritario, caracterizado por padres que imponen sus normas y que no dan lugar a discusión, castigan de forma muy severa y no dan pie a la comunicación ni al afecto. El estilo permisivo, es el otro extremo; exigen poco a sus hijos a la hora de cumplir las normas y de obedecer, en cambio son afectuosos y tienen un gran nivel de comunicación con ellos. Por último, el estilo democrático, este tipo de padres estimulan a sus hijos, les ponen límites, les educan en madurez y en el respeto a las normas, pero a la vez son comprensivos, afectuosos y fomentan la comunicación con sus hijos. Los estudios al respecto concluyen que el estilo democrático es el estilo que conlleva mejores consecuencias para el desarrollo de los niños en una variedad de ámbitos, incluyendo la competencia social, la autoestima, la autonomía, la responsabilidad, la autorregulación, y el desarrollo moral.
A la hora de hablar de temperamento, también hay que prestar especial atención a la influencia que tiene en cuanto a las relaciones que establecemos con los demás. Hay determinadas características en los niños que se ven asociadas a futuros problemas conductuales y emocionales.
Según los datos de investigaciones en este tema, los niños que fueron diagnosticados como difíciles por su excesiva actividad, pobre adaptabilidad y baja regulación emocional, tendieron a presentar problemas de conducta en la edad preescolar. Asimismo, diferentes formas de irritabilidad en la infancia podrían llevar a diferentes problemas conductuales con respecto a la relación madre-hijo en los años preescolares y escolares. Otros factores como depresión o ansiedad se asociaron a niños miedosos, mientras que los niños que tendían a la ira, manifestaban problemas de conducta como agresiones y conductas disruptivas.
Hay algunas dimensiones del temperamento que pueden dar lugar a futuras patologías: una baja autorregulación y tener muchas emociones negativas, se han visto asociadas con la hiperactividad y los problemas de atención. Los niños que tienden a la agresión y a la violencia se han asociado también con una baja autorregulación y una alta extraversión. Y la depresión se ha relacionado con una alta tristeza, miedo, malestar, y poca capacidad para experimentar placer de alta intensidad. Por ello, el temperamento puede tener un gran impacto en cuanto al ajuste social y emocional del niño. Como hemos visto parte del aporte genético y, al mismo tiempo, se ve muy influido por el ambiente.
Por Teresa Giménez-Arribas