Preguntas frecuentes

Preguntas frecuentes
(FAQ)

Es poco frecuente que un niño diga que se encuentra mal y que diga que necesita ayuda de alguien externo a su familia (aunque los hay!). En la gran mayoría de las ocasiones, son los padres los que piden consejo, preocupados por el comportamiento o la actitud de sus hijos.

Un niño no conoce con exactitud (tampoco muchos adultos) hasta qué punto es normal o sano sentirse de determinada manera. Para ellos, es frecuente el hecho de sentirse raros, hay muchas cosas que les suceden por primera vez y ante algunas no saben cómo reaccionar. Somos los padres, los que desde fuera, damos forma a sus experiencias: sabemos cuándo nuestro hijo está cansado y por eso llora más, está enfadado o celoso y por eso pega mucho, está nervioso ya que es el primer día en un colegio nuevo o triste porque papá lleva fuera una semana… Pero, a la hora de pedir ayuda a un profesional, surgen más dudas.

¿Qué criterios seguir para tomar la decisión de acudir a un psicólogo?

  • Fiarnos de nuestra percepción de que algo no va bien en ellos: podemos notar que están tristes, abatidos o irritables.
  • Notar que este estado de ánimo o comportamiento alterado ocupa la mayor parte de su tiempo.
  • Fijarnos que esta situación afecta a más de una faceta en su vida: no solo se muestra abatido con nosotros sino que también es así en la escuela o con sus amigos.
  • Observar que su estado de ánimo actual supone un cambio brusco en su forma de ser o de actuar hasta el momento (aunque esto no siempre sucede así).
  • Y, por supuesto, es muy importante conocer su opinión sobre cómo se encuentra.
  • Deberíamos preguntarle y saber cómo se siente aunque su respuesta puede resultar contradictoria a cómo nosotros percibimos la situación desde fuera.

Cuando su comportamiento o estado de ánimo alterado cumpla la mayoría de estos criterios es el momento indicado para solicitar ayuda a un psicólogo que nos pueda orientar sobre qué sucede y cómo actuar ante ello.

Cuando una persona acude al psicólogo, viene a hablar sobre cosas que le preocupan o comportamientos propios que le incomodan. Y fundamentalmente acude a un psicólogo porque se encuentra mal y no sabe qué hacer para encontrarse mejor.

Este encontrarse mal se traduce en que la persona tiene insomnio, un estado de ánimo triste, está inquieto o ansioso la mayor parte del tiempo o tiene alguna dolencia física a la que los médicos no encuentran una explicación.

El hecho de hablar con otra persona de todo esto implica en sí una liberación. Al hablar ponemos nombre y damos forma a lo que nos pasa, lo definimos y delimitamos de alguna manera.

La terapia con un niño funciona de una manera similar a la del adulto teniendo en cuenta una serie de salvedades:

Se trabaja igualmente en la mayoría de las ocasiones a través de la palabra. Pero la relación que se establece es algo diferente. Para empezar, en la terapia con niños hay que incluir también a los padres. El psicólogo no es un “padre sustituto”. Más bien es una figura que apoya el papel educativo de los padres.

Se cita con cierta frecuencia a los padres en sesiones individuales, sin el niño. Los padres agradecen contar con un espacio donde volcar las dudas e inquietudes respecto a la educación que están ofreciendo a su hijo. Y, en muchas ocasiones, se realizan sesiones de los padres junto con su hijo donde se trata de establecer entre ellos esta relación directa y franca de la que hablábamos antes, con el fin de que se beneficie de ella toda la familia.

Así pues, la relación terapéutica es la clave del éxito de la terapia basada en la palabra tanto en adultos como en niños.

Está claro que hablar con amigos sí que sirve y tranquiliza pero, en alguna ocasión, esto no basta para encontrar solución a lo que nos angustia.

Un psicólogo no nos dirá exactamente qué es lo que tenemos que hacer ante nuestros problemas. Pero sí que nos ayuda a distinguir lo relevante de lo superficial y nos proporciona una explicación a nuestra conducta o nuestro pesar.

La diferencia clara entre hablar con un psicólogo y hablar con otras personas cercanas a nosotras es el tipo de relación que se establece.

La relación que mantenemos con un psicólogo es una relación franca, adulta, directa, libre de convencionalismos sociales y de expectativas. Lo ideal debería ser poder expresarse sin tapujos sin el temor a defraudar o herir los sentimientos del psicólogo. Y este tipo de relación es la que nos ayuda a madurar y a confiar en nosotros mismos como personas capaces de encontrar una salida a nuestro estancamiento.

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